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ВїSientes Mi CorazГіn?
Andrea Calo'
LograrГЎs superar, incluso, aquellos dГas en los que te sentirГЎs morir, esos en los que te encontrarГЎs terriblemente sola y frГЎgil. Porque lo sabes, esto es lo que se hace: se sigue adelante, a pesar de todo. Y, al final, no importa quiГ©n has sido o quiГ©n serГЎs. Lo que importa es seguir adelante, degustando el sabor agridulce de las emociones. Esas emociones que, dГa tras dГa, nos regala el esplГ©ndido viaje que los seres humanos llamamos vida. Desde los primeros aГ±os, la vida de Melanie estГЎ marcada por la violencia. Su existencia consiste en la anulaciГіn total de la mujer o de cualquier rasgo de personalidad. Pero como en un cuento, ya convencida de haber tocado fondo, llega a su vida la amistad sincera de Cindy, acompaГ±ada del amor verdadero de un hombre, un viejo amigo. Y entonces, todo cambia como por arte de magia. Todo renace y, finalmente, la vida desemboca en una primavera jamГЎs vivida.
Andrea CalГІ
ВїSientes Mi CorazГіn?
Andrea CalГІ
ВїSIENTES MI CORAZГ“N?
Novela
TraducciГіn: Marina Negro
Copyright © 2020 – Andrea Calò
A mi esposa Sonia, el amor de mi vida. Por siempre.
1
ReciГ©n cuando el Гєltimo amigo, tras saludarme, abandonГі nuestra casa, cerrГ© la puerta con llave. Me habГa quedado sola, y no se trataba de una simple soledad fГsica. SentГa frГo, y aun despuГ©s de haberme abrigado con una manta de lana, la situaciГіn no mejoraba. Mi corazГіn latГa despacio dentro del pecho. Un profundo latido sordo y, luego, un largo silencio que preanunciaba la muerte, desilusionada por un tardГo latido posterior. Estaba viva. SentГa frГo, por consiguiente, estaba viva. El sol de mayo, ya desde algunos dГas, habГa acabado con las heladas tardes invernales. ВїPor quГ© no estaba funcionando conmigo?
MirГ© por la ventana hacia afuera. Los cerezos se habГan emblanquecido por las flores que pronto se convertirГan en frutos rojos y dulces. Algunas habГan abandonado su lugar, desprendiГ©ndose de las ramas para posarse sobre la tierra o sobre los hombros de los transeГєntes, como copos de algodГіn. Eran flores sin futuro, o frutos sin pasado, como yo. Pero estas flores, cogidas por la muerte, transportadas por un soplido de brisa, rompГan el gris del cemento y del asfalto, dГЎndoles vida. Yo, en cambio, algГєn dГa me dejarГa consumir bajo tierra, inmovilizada por la eternidad y obligada a ver crecer las margaritas desde su raГz. O bien pedirГa que me cremen y que me conserven en una urna frГa, similar a la de mi marido, para ver si realmente existe el Infierno y para descubrir el efecto que produce quemarse por dentro. Enterrada o cremada, aГєn debГa decidir el modo en que serГa olvidada. Olvidada por mis hijos, por el mundo entero y por mГ; convencida de que nada se habrГa detenido tras mi partida hacia la eternidad.
Me girГ© para observar la urna: no lo habГa hecho desde que habГa acabado la ceremonia. Era de color gris, un gris oscuro como ese “humo de Londres” que Г©l tanto amaba y que elegГa cada vez que Гbamos a comprar un traje. Asediado por mi insistencia, me complacГa probГЎndose trajes de otros colores un poco mГЎs vivos, pero, al final del juego, la mercaderГa elegida y colocada sobre el mostrador de la caja era siempre la misma. В«Debo sentirme bien por dentro mientras lo useВ», me decГa siempre. Y luego, dirigiГ©ndose a la cajera y provocГЎndole un poco de vergГјenza le preguntaba: В«SeГ±orita, Вїusted quГ© piensa?В». Y he aquГ mi elecciГіn, una vez mГЎs, impuesta por su gran, aunque imperceptible, presencia. Yo, al igual que la cajera, en aquel entonces, afirmГ© que ese traje gris le habrГa sentado bien. PaguГ© y escapГ© agarrando la pesada mercancГa entre las manos cansinas.
Una urna de color gris “humo de Londres”, su Гєltimo traje, aquel que no se sacarГa mГЎs por toda la eternidad. Me acerquГ© y la acariciГ©. La levantГ© y, en mis brazos, pude sentir el peso de su vida. SentГa el frГo punzante del metal que conquistaba espacio bajo el tacto de la fatigada mano. PodГa percibir el calor etГ©reo en el brazo, un calor que subГa por mi cuerpo cubriГ©ndolo todo y que me aceleraba el corazГіn. No comprendГa si era molestia o puro bienestar. VivГa mГЎs, vivГa mejor. ВЎEn cualquier caso vivГa!
Cuando retirГ© la mano, apareciГі, otra vez, el vacГo que golpeaba mi puerta: la mano volvГa a calentarse, el brazo a enfriarse, el corazГіn a enlentecerse. Retomaba despacio mi camino hacia la muerte. Pero yo sabГa que no iba a detenerse rГЎpidamente, el sufrimiento impuesto por ese abandono no me serГa descontado, porque la vida jamГЎs ofrece “liquidaciones de fin de temporada”. El cГrculo se cerraba sobre sГ mismo y el ciclo recomenzaba.
Puse agua en el hervidor y lo encendГ. PermanecГ inmГіvil durante algunos minutos, con los ojos fijos sobre el testigo rojo, mientras esperaba a que se apague solo. Incluso Г©l morГa a su modo, como todo, como todos, como siempre. Pero la luz podГa volver a vivir, podГa renacer mediante un impulso externo con un golpe de vida. Justo como me habГa sucedido a mГ cincuenta aГ±os atrГЎs. Con esos mismos ojos, habГa contemplado a mi compaГ±ero durante los Гєltimos instantes de su vida. Mis ojos inmГіviles miraban fijamente los suyos, tan abiertos como inertes, aunque todavГa capaces de brillar con luz propia —como el testigo del hervidor—, inmersos en el abrumante silencio que solo la vida, al abandonar un cuerpo, sabe crear.
Un jaleo creado por pensamientos desordenados, imГЎgenes de felicidad que brotaban a partir de un mar de lГЎgrimas. Y bajo el plato que contenГa mi dicha, estaba Г©l, el hombre que salГa del agua como un dios griego, imponente en su simplicidad, aterrador en su dulzura. Y yo, sentada ante ese plato, me daba un banquete de felicidad hasta sentirme saciada; mГЎs comГa, mГЎs liviana me sentГa, capaz de emprender el vuelo con un simple salto.
VertГ unas hojas de tГ© verde en una taza y le aГ±adГ unas hojas de menta que habГa congelado para que se conserven frescas y perfumadas. Su intenso perfume me invadiГі, liberГЎndome, por un instante, del hedor de una vida que, en poco tiempo, estarГa completamente marchita. Mi descomposiciГіn habГa iniciado hace horas, dГas, semanas. Desde el momento en que Г©l enfermГі. No sГ© desde cuГЎndo ni por cuГЎnto tiempo seguirГa siendo yo misma o aquella que los otros pretendГan que fuera.
Luego, me girГ© de golpe buscando la otra taza, esa que Г©l habrГa usado, la de color crema que llevaba su nombre escrito con elegantes caracteres cursivos de color rojo en la parte superior. Amaba el tГ© a la menta, lo tomaba en exceso. Era su droga cotidiana, no podГa prescindir de Г©l. Recuerdo que, una vez, nos olvidamos de comprarlo. Era una tarde frГa, a pesar de que la primavera ya habГa llegado hace tiempo. LlovГa. Al dar las cinco de la tarde y al no encontrar el tГ© en casa, se enojГі muchГsimo. No conmigo; me aclarГі rГЎpidamente que yo no era culpable de su estupidez. CogiГі el abrigo, se calzГі los zapatos y desapareciГі detrГЎs de la puerta como un fugitivo que huye de la policГa. Yo sonreГ, amГЎndolo por su torpeza, por su apego a las cosas banales.
RegresГі despuГ©s de una hora, maldiciendo a los gerentes del supermercado porque se habГan acabado los envases de tГ© en hebras de la marca que a Г©l le gustaba, y no los volverГan a encargar. Siempre decГa que las tiendas ya no eran las de antaГ±o, que habrГa sido mejor llenar bien las estanterГas de los supermercados, antes que gastar dinero en viajes por el espacio. DeberГa haber buscado otra soluciГіn, pero, ese dГa, tuvo que conformarse con un saquito de tГ© de una marca mediocre. Luego me mirГі, se me acercГі y, cogiГ©ndome de las manos, me entregГі una rosa roja y dijo: В«Esta no la he comprado en el supermercado, jamГЎs le traerГa una rosa envasada a la mujer que amo. Es la primera flor del rosal de aquel jardГn en el que nos encontramos, Вїlo recuerdas? HacГa dГas que la cuidaba e imaginaba el momento en el que te la habrГa regalado. El tГ© era solo un pretexto, puedo prescindir de Г©l. Pero de tu amor no… ВЎno puedo renunciar a Г©l!В». Lo besГ© y Г©l se quedГі inmГіvil, como hacГa a menudo. DecГa que le gustaba sentir el sabor de mis labios y que, si Г©l tambiГ©n me besaba, lo habrГa arruinado. Y entonces yo volvГa a besarlo, una y otra vez, mientras Г©l, en silencio, me amaba cada vez mГЎs.
Esa noche hicimos el amor. Fue distinto de otras veces, fue mГЎs intenso, mГЎs profundo, mГЎs audaz. La rosa roja nos escrutaba desde el jarrГіn en el que la habГa colocado, nos protegГa como un centinela de la reina, estГЎtica y circunspecta, mГЎs viva que nunca, a pesar de su inmovilidad. SentГ un escalofrГo distinto cuando Г©l se liberГі dentro de mГ, supe que algo grande, poderoso e incomprensible para el hombre habГa adquirido vida dentro de mi cuerpo en ese instante. No era miedo ni angustia. Era el fruto del amor que dejaba un cuerpo y se conjugaba con otro, capturado por un alma errante que nos habГa sido asignada, y que lo guiaba hasta completar su recorrido intransitable.
El primer viaje. El milagro de la vida se habГa producido dentro de mГ por primera vez. Г‰l, con la mirada encendida de amor y pasiГіn, me mirГі a los ojos, de los cuales habГa comenzado a escapar una lГЎgrima. En esa lГЎgrima y en mi mirada, Г©l vio reflejado el jarrГіn con la rosa. Se detuvo, me besГі y sonriГі. Puso el dedo Гndice sobre mi nariz, arrancГЎndome una sonrisa como siempre, y me dijo: В«Se llamarГЎ Rose. ВїTe gusta el nombre Rose para una niГ±a?В». Rose llegГі nueve meses despuГ©s, como un regalo caГdo del cielo. Era muy frГЎgil, indefensa y cГЎndida. Me sonreГa siempre, me sonreГa con los mismos ojos que su padre.
Mi hija Rose, su marido Mike y mis dos nietos, Claire y Tommy, vendrГan a mi casa a cenar. Mi casa. Me sorprendГa lo fГЎcil que resultaba adaptarse a las cosas. A pesar de girar en cГrculo como un payaso golpeado por un cachetazo en pleno rostro, no lograba divisar a ninguna otra persona capaz de hablarme, llamarme, recordarme, una vez mГЎs, cuГЎn hermosa resultaba yo para Г©l. Inmediatamente despuГ©s de la ceremonia, Rose me habГa dejado sola durante algunas horas, pues debГa resolver algunos asuntos y saldar las cuentas del funeral. Yo, por mi parte, debГa atender al resto de los parientes y amigos, cada uno de los cuales deseaba recordarme, con sus palabras, cuГЎn importante era mi marido para mГ y cuГЎnto lo habГa sido yo para Г©l.
Hablaban alternando palabras con frГos abrazos de cortesГa que no sabГan a nada ni transmitГan calor, solo emanaban el punzante olor de la naftalina que habГa protegido sus trajes hasta ese dГa, en el que los habГan sacado para la ocasiГіn. A menudo, las personas se rencuentran solo con motivo de casamientos o funerales; para muchos de ellos, habГa sido realmente asГ. Esa misma noche, esos trajes habrГan regresado a sus fundas plastificadas, habrГan sido cubiertos por bolitas de naftalina junto a los paГ±uelos aГєn doblados, sobre los cuales nadie habrГa derramado ni una sola lГЎgrima sincera.
El ejГ©rcito de la despedida por turnos me estremecГa, me azotaba el alma con palabras estudiadas e hirientes como agujas sobre la cГЎscara de un castaГ±o; un ejГ©rcito que aguardaba para ver caer una lГЎgrima de mis ojos, como mГЎxima manifestaciГіn de mi dolor y de mi vulnerabilidad. Solo entonces se sentГan satisfechos, podГa percibir su ego exclamar: «¡Ya era hora! ВЎFinalmente he logrado arrancarle una lГЎgrima!В». Y yo los complacГa, con la esperanza de atenuar tambiГ©n mi dolor, mi sufrimiento y el amargo sabor de la soledad que me esperaba. Fotografiaban esa lГЎgrima, robГЎndola de mis ojos para llevГЎrsela con ellos como un recuerdo, como un trofeo ganado en la mГЎs extenuante de las batallas. Por su victoria, habГan obtenido como premio mi derrota y me quitaban la vida cada vez que, despuГ©s de todo esto, me decГan: «¡Vamos, adelante! Ahora no llores mГЎs. La vida continГєaВ».
La puesta de sol estaba llegando. Г‰l siempre pasaba unos minutos en el jardГn, escoltando al sol en el Гєltimo tramo de su viaje hacia la noche. En esos momentos, yo rara vez salГa con Г©l: preferГa quedarme tranquila en casa mientras lo miraba por la ventana con la cortina lo suficientemente cerrada como para poder observarlo sin correr el riesgo de ser descubierta. Si me hubiese visto, seguramente, me habrГa invitado a salir, pero yo preferГa observar con total atenciГіn mi postal monocromГЎtica, porque con Г©l dentro, me resultaba aГєn mГЎs bonita.
Vislumbraba su figura negra que se confundГa con el paisaje; un nuevo tronco que habГa entrado a formar parte de mi vida para convertirse, primero, en ГЎrbol; despuГ©s, en leГ±o maduro y, finalmente, en polvo encerrado en un frГo recipiente de metal gris. Pero yo, en aquel entonces, solo veГa mi ГЎrbol; y la perspectiva que me regalaba la afortunada posiciГіn de aquella ventana, lo volvГa aГєn mГЎs alto y vigoroso que al resto. Estaba ahГ, quieto, inmГіvil, la mirada perdida dentro del rojo abrasador del cielo que aГєn no querГa rendirse ante la noche, la cual llamaba incesantemente a su puerta, pidiГ©ndole que se haga a un lado. «¡QuГ© hermosa es la vida!В», vibraban las palabras en mi alma, trazando una invisible lГnea de escalofrГos a lo largo de la espalda, que solo lograba acompaГ±ar sacudiendo el cuerpo.
В«El ocaso como acto final del dГa no es otra cosa que el inicio de un nuevo amanecer. Ese que llegarГЎ siempre que nos lo hayamos merecidoВ». TambiГ©n habГamos presenciado el amanecer, Г©l y yo. SucedГa a menudo, en las noches de verano, aquellas calurosas y sofocantes, hechas de silencios interrumpidos por el fastidioso zumbido de los mosquitos sedientos de sangre, sedientos de vida. No nos picaban, pero tampoco nos permitГan dormir bien. Cuando estГЎbamos en la cama, ambos despiertos, con los ojos abiertos de par en par y las piernas separadas para no transpirar, la mayorГa de las veces, ocupГЎbamos el tiempo haciendo el amor.
Una maГ±ana me sorprendiГі. RegresГі del baГ±o y me susurrГі al oГdo: В«Melanie, Вїquieres presenciar el nacimiento de una nueva vida hoy? SerГЎ una experiencia nueva, ВЎte gustarГЎ!В». Yo no comprendГa quГ© intentaba decir. Poco mГЎs de un aГ±o atrГЎs, habГa dado a luz a Rose y, durante aГ±os, habГa trabajado como enfermera y asistente de parto en el hospital, antes de huir de la ciudad de mi infancia. ВїPor quГ© me preguntaba si querГa asistir a un parto? RechacГ© la invitaciГіn, respondiendo que, al final, todos los nacimientos son iguales y que esa experiencia la habГa vivido muchas veces, hasta sentir nГЎuseas. В«Pero el sol nace, cada dГa, de una forma distinta. Las nubes del cielo, cuando estГЎn, regalan matices diferentes e irrepetibles. ВїEstГЎs segura de que deseas perderte todo esto? PodrГa no volver jamГЎs, Вїlo sabes?В».
Con sus palabras, desapareciГі hasta el Гєltimo remanente de sueГ±o y, un instante despuГ©s, estГЎbamos sentados en el banco de nuestro jardГn, el mГЎs bonito, el que nos regalaba la mejor vista hacia el lago. Permanecimos apoyados, uno contra el otro, envueltos por el silencio, mientras la magia de la vida daba a luz un nuevo dГa. Todos los mosquitos se habГan quedado en la casa, dioses de la noche que temen la llegada de la luz del nuevo dГa, asГ como SatГЎn le teme a la luz de Dios. Y el primer vagido del nuevo vГЎstago fue un dГ©bil rayo de luz que, no obstante, tuvo la fuerza para llegar hasta nosotros, iluminando nuestras facciones, calentando nuestras manos todo lo que podГa.
Lo besГ©, Г©l permaneciГі quieto para degustar mis labios una vez mГЎs. No osГ© preguntarle a quГ© sabГan, lo comprendГ sola. ComprendГ que eran especiales para Г©l, como Г©l siempre lo habГa sido para mГ. Tan especiales como el modo en el que me habГa hecho recibir ese nuevo dГa, el primer vagido de la vida. Tan Гєnico como la manera en la que Г©l habГa regresado para habitar mi ser, llenando mi vida con su presencia.
Rose entrГі en la casa con su juego de llaves. Estaba orgullosa de ese manojo de hierro que, ya desde pequeГ±a, deseaba poseer. Siempre me decГa que todas sus amigas tenГan uno, que sus padres habГan decidido dГЎrselos porque confiaban en ellas. No comprendГa entonces porquГ© yo pensaba de manera completamente diferente; no compartГa la razГіn de mis temores. Su padre, en cambio, siempre era conciliador; la mayor parte de los vicios que Rose habГa adquirido llevaban su inconfundible firma.
En los momentos de exasperaciГіn, yo afirmaba, a menudo con fastidio, que si Rose un dГa llegaba a perderse, hasta un turista habrГa comprendido de inmediato de quiГ©n era hija y nos la habrГa traГdo a casa. Rose era su copia en femenino. TenГa sus mismos ojos, su nariz, su frente larga y cГЎndida, asГ como igualmente cГЎndida, casi pГЎlida, era su piel. Lograban entenderse por medio de discursos conformados de interminables silencios. Con frecuencia, yo me sentГa excluida y comenzaba a hablar conmigo misma para hacerme compaГ±Гa.
Cuando Rose cumpliГі diecisГ©is aГ±os, decidimos complacerla. Preparamos un manojo de llaves y lo envolvimos como si fuera un regalo. Mi marido cogiГі una hoja de papel que Г©l mismo habГa preparado y, con la lapicera de tinta que solo usaba para ocasiones especiales, escribiГі: Para mi pequeГ±a que se convierte en mujer. Me la dio para que yo pudiese leerla; acaso esperaba mi consentimiento, pero estoy segura de que, aunque le hubiera dicho que para mГ no era correcto, Г©l no habrГa cambiado ni una sola palabra de las que habГa escrito en aquella tarjeta. ToquГ© muchas veces ese papel durante un periodo de mi vida, mirГ© las letras escritas, apreciando su caligrafГa, la tinta negra levemente velada que, con esfuerzo, cubrГa las imperfecciones de ese envoltorio hecho en casa. Cuando Rose abriГі su regalo y encontrГі las lleves, llorГі. LlorГі tanto que temГ haberme equivocado. HabГamos reafirmado nuestra confianza en ella, y eso para Rose era algo verdaderamente importante.
***
—¡Hola, mamá, hemos llegado!
–¡Hola, Rose, adelante! ВЎHola, Mike! ВЎHola, angelitos mГos!
Mike y mis nietos me abrazaron, Rose me besГі estrechГЎndome fuerte. Claire estaba triste y, al igual que Rose, no lograba esconder sus sentimientos. Tommy saltaba como un canguro por la casa para agotar el aluviГіn de energГa que habГa acumulado. Era muy revoltoso y, en su presencia, cualquier lugar cobraba vida.
–¡Claire, tesoro! No debes estar triste. ¿Dónde has escondido tu bonita sonrisa?
–Claire ha recibido una mala noticia hoy —dijo mi hija mientras le acariciaba dulcemente la cabeza—. Además del funeral del abuelo, la ha dejado Morgan, su novio.
–¿Morgan te ha dejado hoy? —le pregunté, fingiendo una exagerada expresión de estupor.
–¡SГ, ese estГєpido idiota! Me ha dejado por medio de un mensaje en el telГ©fono. ВЎNi siquiera ha tenido el coraje de hablarme, de mirarme a la cara, ese cobarde!
–¡Oh, ya veo! ¿Y qué dice ese mensaje?
–Dice que me deja. ¿Qué otra cosa quieres que diga?
–Las palabras son muy importantes, cariГ±o mГo. A partir de esas palabras, puedes comprender si Г©l tiene miedo, si solo necesita algo de tiempo, si hay aГєn esperanza o si ha terminado para siempre —contestГ© con el orgullo de una mujer que ha adquirido cierta experiencia al respecto.
Molesta, Claire metiГі la mano en el bolsillo y sacГі el telГ©fono. PresionГі algunas teclas a una velocidad impresionante, haciendo unos movimientos que para mГ eran del todo casuales, pero que para ella tenГan un sentido preciso. Luego, una vez que encontrГі el mensaje, me lo leyГі.
–Bien, dice asГ: В«Te ruego me perdones, pero no creo que lo nuestro pueda funcionar. Te he querido mucho y tГє a mГ, esto lo sabes bien. Pero ahora acabГі. Yo he tomado un camino distinto; sГ© que me comprenderГЎs y que me aceptarГЎs incluso por esto, por mi debilidad y por mi cobardГa. No me busques mГЎs, yo no lo harГ©. Buena vida Claire, adiГіsВ». ВЎEsto es todo!
ApagГі el telГ©fono y lo guardГі nuevamente en el bolsillo, mientras que con un dedo se secaba una tГmida lagrima que asomaba por sus magnГficos ojos azules.
–Es un muchacho maduro, Claire. Son palabras sinceras y, por lo tanto, dolorosas de escuchar; sobre todo, cuando el corazГіn no querrГa que sean pronunciadas por la persona que uno ama.
–Maduro o inmaduro, no es algo que me interese. ¡Tiene mi edad, abuela, y a los quince años es posible conservar una pizca de inmadurez! —explotó.
La dejГ© desahogarse: era lo mejor que podГa hacer en ese momento.
–Si uno es inmaduro, entonces, no se pueden llevar en el bolsillo las llaves de la casa —dije esbozando una leve sonrisa mientras dirigГa la mirada hacia Rose—. ВїEstoy en lo cierto, pequeГ±a mГa?
–¡Pero mamá!
–Yo tengo las llaves de casa desde hace mucho, abuela —replicó Claire, mostrándomelas con orgullo y con una sutil mueca.
Le sonreГ, Claire me devolviГі la sonrisa y Rose bajГі la mirada hacia el piso, enmudecida e incГіmoda.
–¡Yo tambiГ©n quiero las llaves de casa, yo tambiГ©n las quiero! ВЎMamГЎ, papГЎ! ВїCuГЎndo me las darГ©is? ВЎQuiero jugar! —gritГі el pequeГ±o Tommy que, entre tanto, habГa venido hacia nosotras, divertido por la escena que unos actores improvisados y solitarios habГan interpretado ante sus pequeГ±os ojos, intentando llenar el escenario de la vida.
ВЎQuiГ©n sabe cГіmo nos veГa ese pequeГ±o desde allГ abajo, con la mirada constantemente hacia arriba! Estos adultos “extraГ±os” que hablaban de cosas “extraГ±as”, en lugar de quedarse tranquilos y jugar con sus muГ±ecos. Acaso se preguntaba dГіnde habrГamos guardado nuestros muГ±ecos, nuestros juguetes. QuizГЎs hubiera querido verlos, tocarlos, cogerlos para jugar con nosotros. Y Г©l los hubiera animado con su fantasГa, les hubiera dado vida, forma y colores como solo un niГ±o sabe hacer. Para Г©l todo es un juego, la vida misma es un juego. Y siempre el juego es distinto, aun cuando los muГ±ecos son siempre los mismos, porque no existe nadie mejor que un niГ±o para evaluar todas las posibles alternativas, para volverlas reales y darles forma en su mente. Entonces, Вїpor quГ© no jugar, por quГ© lanzarnos a los brazos de una existencia hecha de miedos, preocupaciones y problemas?
Г‰l, pidiendo las llaves, querГa entrar en nuestro mundo, pero nosotros ya habГamos superado la fase de la despreocupaciГіn, habГamos enfrentado con Г©xito la de la conquista, la del trabajo. Y yo, a diferencia del resto, ya habГa experimentado el gusto agrio del abandono, dos veces a falta de una. Los demГЎs, los mГЎs jГіvenes, estaban todavГa detenidos en la estaciГіn anterior y, desde allГ, disfrutaban del paisaje —bonito o no— mientras aguardaban a que el tren de la vida los condujese a otro lugar, sin saber a dГіnde.
PodГan mirar hacia adelante en busca de una meta. Pero tambiГ©n hacia atrГЎs, hacia el punto de partida, allГ donde todo el mundo tiene un inicio, en la nebulosa de los recuerdos endulzados por el paso del tiempo. En su viaje, estaban acompaГ±ados de otros pasajeros, algunos entristecidos y otros felices, sanos o enfermos. Precisamente como ellos. Clones de una civilizaciГіn que pretende volver a todos iguales, un hormiguero observado por un ser superior donde los “distintos” son considerados anГіmalos, como hormigas que caminan en la direcciГіn opuesta y, por lo tanto, nunca encontrarГЎn las migas.
Yo, en cambio, podГa forzar la mirada si la dirigГa hacia el inicio, hacia mi pasado, a travГ©s de la espesa niebla, allГ donde todos mis recuerdos se mezclan. Son mГos, muy mГos, desordenados y dispersos como los soldados muertos en un campo de batalla que no han decidido dГіnde caer, que han sido asesinados mientras trataban de cumplir su objetivo y allГ los han dejado, abandonados para siempre, olvidados por todo y por todos. Si miro hacia adelante, sГ© que la Гєltima estaciГіn de mi viaje no se encuentra muy lejos. Puedo casi verla, tocarla con la mano, la siento. Alcanzar mi Гєltima estaciГіn es mi Гєltimo proyecto, ese que ejecutarГ© tarde o temprano. Y ahora que mi Гєltimo compaГ±ero de viaje —que habГa entrado en mi vagГіn a mitad del trayecto, que me habГa hecho compaГ±Гa haciГ©ndome sentir mГЎs viva que nunca— habГa bajado del tren sin siquiera saludarme, me sentГa mГЎs cercana a la meta, aunque a merced del miedo y del total desconcierto.
Г‰l habГa llegado a su estaciГіn, aquella en la que habГa concluido su vida, su viaje. El precio que habГa pagado por su billete, al inicio del viaje, le permitГa llegar hasta allГ, no estaba autorizado para ir mГЎs lejos. A veces, fantaseo acerca de los amaneceres que verГЎ desde ese lugar, sentado solo en un banco de una estaciГіn desierta. Me pregunto, tambiГ©n, si los rayos del sol que verГЎ despuntar por la maГ±ana serГЎn similares a aquellos que solГamos ver juntos durante nuestras maГ±anas, sentados en el tren que continuaba su viaje sin que nos diГ©ramos cuenta.
AguardarГ© mi ocaso con serenidad, sin prisa, acompaГ±ada del humo de mis recuerdos y a la espera de fundirme con ellos para transformarme en un nuevo soldado caГdo en el campo de batalla, allГ olvidado. Desde hoy, serГ© solo una espectadora y observarГ© las imГЎgenes de mi vida desplegarse mГЎs allГЎ de la ventana del tren en marcha y, con cada salto sobre el rail, recordarГ© que aГєn estoy aquГ. ObservarГ© a los transeГєntes y ayudarГ© a aquellos que, al extraviar su camino, me pedirГЎn informaciГіn para alcanzar su meta. Pero no pretenderГ© jamГЎs ser escuchada y aceptarГ© las crГticas que me harГЎn sobre el modo en el que yo, una simple mujer de la periferia, he afrontado mi viaje. Y al llegar el alba, estarГЎ Г©l al pie de mi cama, como una sombra negra sin detalles definidos, y me despertarГЎ y me invitarГЎ a seguirlo para presenciar, una vez mГЎs, un nuevo nacimiento: el mГo.
Claire me miraba; quizГЎs esperaba una rГ©plica de mi parte que alimentase aquella discusiГіn, la cual resultaba estГ©ril ante mis ojos ancianos. PodГa hacer mГЎs por ella, podГa darle un regalo. Por lo tanto, la desilusionГ©, no contestГ© el desafГo, sino que me rendГ, despojГЎndome completamente delante de ella.
–Claire, ven conmigo al jardГn. Te contarГ© una historia que te gustarГЎ.
–¿De qué se trata, abuela? No me hables de fábulas o cosas similares, ya no soy una niña y no estoy de humor para escuchar historias en las que hace tiempo dejé de creer.
–SГ, puede ser que sea una fГЎbula, pequeГ±a mГa. Dices bien. Por este motivo, cuando pienso y tomo conciencia de cuГЎn importante ha sido para mГ, siento escalofrГos atravesando todo mi cuerpo. Te hablarГ© de mi vida, solo si deseas escucharme, para que tГє puedas confrontarla con la tuya y puedas descubrir que, a pesar de la distancia que existe entre mi generaciГіn y la tuya, no somos tan distintas.
Claire mirГі a Rose por un instante. Rose le sonriГі invitГЎndola a seguirme. Estaba conmovida. Ella conocГa toda mi historia, hasta los mГЎs mГnimos detalles, incluso, los mГЎs Гntimos, uno de los cuales se habГa transformado en ella misma. AceptГі mi invitaciГіn con un silencioso movimiento de cabeza, los ojos fijos apuntaban hacia el piso. Era su modo de agradecerme. El sol, al momento del crepГєsculo, confundГa los colores del mundo, uniformГЎndolos en una Гєnica mancha negra y chata, carente de profundidad. Sentadas sobre el mismo banco en el que nosotros solГamos detenernos a admirar el atardecer durante tantas primaveras, saboreГЎbamos el alborozo de un mundo que se manifestaba en dos dimensiones, de colores indefinidos y sin detalles, silueteados por todo y para todos, para que nadie, jamГЎs, alimentase alguna duda sobre su belleza. Con la mirada fija, seguГamos el arcoГris pintado en el cielo de un rojo intenso, al abrigo de los ГЎrboles ennegrecidos por el sol, que bajaba hacia el enГ©rgico azul generado por la profundidad del espacio, asГ como se presenta ante los ojos cuando se lo mira desde aquГ abajo. RГЎpidamente, esos colores se habrГan esfumado como una pintura de acuarelas olvidada, aГєn fresca, bajo la lluvia. El rojo habrГa tomado la delantera sobre la tierra para luego dejar espacio a la oscuridad apremiante de la noche. Una noche sin luna, una noche con muchas estrellas.
Claire se tumbГі apoyando su cabeza sobre mis piernas. MovГa los ojos siguiendo las trazas del cielo para contar las estrellas que ya podГan vislumbrarse, a pesar de que la luz del dГa aГєn no se habГa apagado por completo. Tal vez buscaba una estrella mГЎs en el cielo, aquella que aГєn no habГa sido vista por ningГєn observatorio, por ningГєn telescopio. Se dice que cuando uno muere, se convierte en una estrella. Es bonito pensar que podrГa ser realmente asГ. La acariciГ© y percibГ que estaba llorando, entonces, comencГ© mi relato.
2
Era la maГ±ana del 13 de septiembre de 1964 cuando tomГ© el tren que lleva desde Charleston, en West Virginia, hacia Cleveland, Ohio. TenГa treinta y cinco aГ±os: deberГa haber sido una mujer madura a esa edad. HabГa crecido desde un punto de vista biolГіgico, eso sГ. Por momentos, hasta me sentГa envejecida. HuГa de algo o de alguien. Me escapaba de una existencia equivocada, de un cГєmulo de eventos y situaciones que no me pertenecГan mГЎs. HabГa escuchado decir que uno realmente comprende que se estГЎ alejando para siempre de un lugar si, en el momento de la partida, no siente el deseo de voltear la mirada para apreciar, por Гєltima vez, la fotografГa definitiva de su propio pasado. Me preparГ© durante dГas, imaginando ese momento crucial que me conducirГa a un nuevo comienzo. Llevaba la mirada fija hacia adelante mientras el tiempo transcurrido se iba borrando a cada paso que daba.
Si la vida hubiese sido una cinta de seda, al mirar hacia atrГЎs en la mГa, habrГa encontrado solo un trozo de tela lacerado, arrugado y carente de su color original. Anudado, aquГ y allГЎ, para indicar las principales etapas de mi existencia, para que no pudieran ser olvidadas por error o por propia voluntad. Etapas de mi vida o de la de aquellas personas que siempre habГan decidido todo en mi lugar, tutores y defensores de mi existencia, asistentes de una pobre joven discapacitada, incapaz de entender ni desear. Se habГan apropiado de mi vida y, en ella, habГan buscado y encontrado una posibilidad para rescatar su miserable realidad. No percibГa ninguna diferencia entre mis elecciones y aquello que se me imponГa, por mГЎs que me esforzara, continuamente, en buscarlas para convencerme de que eso era lo correcto, que me habГan enseГ±ado las cosas adecuadas, que yo realmente era su hija y que, por lo tanto, tenГan todo el derecho y el deber de ejercer su dominio sobre mГ. Incluso un dominio extremo.
Muchas veces escuchГ© a mi madre llorar, escondida en su habitaciГіn, cuando mi padre no estaba. Sollozos y amargas lГЎgrimas sofocadas en un trozo de tela, de esas mismas sГЎbanas que la envolvГan durante sus noches de insomnio, aquellas que pasaba reflexionando sobre su existencia, sobre su vida robada a manos de un hombre que no la trataba mejor que a sus propios zapatos. (A esos, al menos, cada tanto, les sacaba brillo; y cuando no lo hacГa Г©l, debГa hacerlo mi madre, de lo contrario, llegaban los golpes).
Muchas noches lo escuchГ© regresar a casa muy tarde, completamente borracho, convertido en un tambaleante residuo de vida ahogada en estallidos de gin y whisky. Gritaba, sin importarle la hora ni tampoco si su mujer dormГa o si, tal vez, se habГa quedado despierta preocupada por Г©l, temerosa de cГіmo lo habrГa encontrado a su regreso o de quГ© le habrГa hecho esa noche. Mi padre la golpeaba con frecuencia. Le pegaba si ella fingГa dormir cuando Г©l entraba en la habitaciГіn, en la oscuridad como un fantasma, golpeando la puerta contra la pared en el intento de mantenerse en pie. Le pegaba si ella iba a ayudarlo para sostenerlo, cambiarlo o acostarlo vestido. Todo iba bien con tal de que la noche pasara rГЎpido. Pero con la noche, tambiГ©n se iba un trozo de su vida.
Mi madre esperaba hasta que el ogro se durmiera, luego, iba al baГ±o y, con un trapo humedecido con agua fresca, curaba las seГ±ales de los golpes recibidos. Yo la escuchaba, oГa sus sollozos de dolor, producto de esos azotes estampados sobre un rostro que ya no mostraba mГЎs expresiГіn, forma o color. Luego, mi madre venГa a mi cuarto. A menudo, me encontraba despierta, con los ojos de par en par, a merced del terror que me causaba aquello que veГa impreso en su rostro. Entre los brazos, yo sofocaba a mi osito de peluche, imaginando y deseando que la vГctima de esa noche fuera mi padre. Ese osito era uno de los pocos regalos que habГa recibido de su parte, tres aГ±os atrГЎs, para mi cumpleaГ±os, cuando aГєn era un hombre ocasionalmente sano.
Gracias a mi padre aprendГ a odiar al prГіjimo, cuando, en realidad, una niГ±a debe hacer lo contrario, debe aprender a amar. Mi madre me consolaba, me decГa que todo acabarГa pronto y que no habГa nada que temer, pues mi padre solo estaba un poco cansado, porque habГa tenido un dГa difГcil y una vida complicada; porque habГa tenido que soportar situaciones dolorosas, como cuando su comilitГіn y mejor amigo habГa muerto entre sus brazos, desmembrado por una de las decenas de miles de granadas que habГan explotado durante la segunda guerra mundial, en la que mi padre habГa combatido.
Siempre me contaba esa historia, nunca se la ahorraba. Casi como queriendo justificar el comportamiento de ese hombre en el que ya no reconocГa ninguno de los rasgos que, muchos aГ±os atrГЎs, la habГan atraГdo, haciГ©ndola enamorarse de Г©l, convenciГ©ndola de que era la persona justa para ella y de que se casarГan. Y yo, para complacerla, fingГa escucharla por primera vez, permanecГa acurrucada en mi cama, en silencio, y cuando mi madre terminaba el relato de esa noche, yo me acercaba a ella para abrazarla y para acariciar las marcas de los golpes, para comprender cuГЎnto dolor le causaban. Ella, en cambio, interpretaba ese simple gesto de mi parte como un inmenso acto de amor que la recompensaba por todo, que la convencГa de que, al final de cuentas, valГa la pena seguir viviendo por alguien. Por mГ.
Se disculpaba mientras abandonaba lentamente mi habitaciГіn; solo mГЎs tarde comprendГ que, en realidad, se estaba disculpando por haberme traГdo al mundo. Los labios dibujaban en su rostro amoreteado una dГ©bil sonrisa que, para mГ, resultaba alentadora porque aГєn no comprendГa, al menos, no todo. ВЎPero sabГa! SabГa que mi madre regresaba a la guarida del ogro. EscondГa mi cabeza bajo las mantas, temblando. VeГa un ogro hambriento con rasgos humanos, los de mi padre, que yo embrutecГa aГєn mГЎs con el poder de mi fantasГa infantil. El ogro se hacГa un banquete con los restos de mi madre, haciendo jirones la carne con sus dientes puntiagudos. Eran imГЎgenes tan reales que hasta me parecГa sentir el olor de la sangre derramada en mi cama. El ogro me llamaba, me ordenaba entrar en su guarida y me ofrecГa un pedazo del cuerpo de mi madre, la mano. Esa misma mano que unos minutos antes me habГa acariciado, ahora estaba allГ, inanimada, delante de los potentes ojos de mi mente. Esa pesadilla me acompaГ±aba, a menudo, durante toda la noche y todo el dГa posterior, a pesar de que las sombras y los espectros que habitaban el silencio hubieran dado lugar a la entrada de la luz del dГa. Era una tortura destinada a perdurar por toda mi vida.
Pero luego sucediГі un hecho que logrГі destruir ese malГ©fico encantamiento. Todo desapareciГі el dГa en que, al regresar de la universidad, encontrГ© a mi madre muerta en el baГ±o. Estaba inmersa en un charco de sangre con las muГ±ecas desgarradas por el frГo perfil de una cuchilla de acero. El ogro habГa entrado en su cuerpo y, desde adentro, la habГa batallado, consumiГ©ndola gota a gota. Lo que quedaba de la candela, casi disuelta, todavГa no habГa dejado al descubierto completamente su mecha y la llama permanecГa encendida, aunque tenue. Ella, una mujer pequeГ±a y sencilla, despojada de su identidad, habГa encontrado el modo de vencer al ogro. Lo habГa hecho a su modo, justo ese dГa. Y fue su victoria mГЎs grande. Esa maГ±ana, por primera vez, mi madre me entregГі su manojo de llaves. Finalmente, habГa alcanzado mi meta, mi madurez, sentГa que habГa conquistado su confianza, incluso sin ningГєn mГ©rito en particular. Pero, a mis espaldas, tambiГ©n ella habГa alcanzado su objetivo.
TenГa veintidГіs aГ±os cuando comencГ© a cuidar del ogro, a satisfacer sus deseos, incluso el mГЎs cruel. Las manos, los pies, todo su cuerpo ahora estaba dedicado a mГ, solo a mГ. Me habГa quedado sola. Mi compaГ±era de desventura me habГa abandonado, ya muy cansada para continuar a mi lado dentro de ese juego. Cansada de todo, cansada de la vida.
Pasaron tres largos aГ±os hasta que, finalmente, logrГ© liberarme de Г©l; aГ±os que me dejaron sin dignidad, desnuda como mujer y como ser humano. BusquГ© trabajo en el hospital como enfermera y, extraГ±amente, me aceptaron de inmediato. Esa fue mi primera salvaciГіn verdadera. TirГ© los recuerdos de mi dura infancia en el contenedor de basura que estaba justo delante de mi casa y juntГ© las pocas ropas que me quedaban en buen estado, esas que nunca habГa usado mientas Г©l abusaba de mГ, aquellas que no apestaban a su esperma, a su vГіmito impregnado de alcohol y a mi sangre. EncontrГ© una casa en alquiler fuera de la ciudad, poco digna, pero en la que se podГa vivir. Al fin de cuentas, ВїquГ© sabГa yo de dignidad?
PaguГ© el anticipo con el poco dinero que habГa logrado reunir gracias a los pequeГ±os trabajos que personas de buen corazГіn, que me conocГan, habГan querido asignarme. ConocГan mi condiciГіn de huГ©rfana de madre suicida y la mala situaciГіn en la que, seguramente, debГa encontrarme a causa de un padre indigno, con el cual tambiГ©n ellos habГan tenido que lidiar mГЎs de una vez. HabГa guardado celosamente ese dinero en una caja de metal escondida bajo una tabla del piso, a la espera del momento justo para poder utilizarlo. El ogro nunca me habГa permitido trabajar, no querГa que yo ganara mi propio dinero, que me vuelva autГіnoma y, quizГЎs, lo suficientemente fuerte como para encontrar el coraje de denunciarlo ante las autoridades. Afirmaba ser Г©l mismo la autoridad, yo le pertenecГa y asГ deberГa haber permanecido por el resto de mi vida o, al menos, hasta que Г©l hubiera decidido echarme a patadas de su casa.
Cuando todo estuvo listo, aguardГ© con impaciencia la llegada de la noche. SeguГ cada uno de sus pasos mientras se preparaba para salir, tratando de no traicionar mis emociones. Reflexionaba sobre las noches anteriores, sobre cГіmo me sentГa al ver salir de casa a mi padre y sobre lo que vendrГa despuГ©s, cuando, en su lugar, fuese un ogro el que regresara a su guarida. Deseaba representar todo, incluso en ese momento, como lo habrГa hecho un mimo durante uno de sus nГєmeros, inclusive las expresiones de mi rostro. Se acercГі a la puerta y la abriГі. Luego se detuvo y se girГі hacia mГ.
–¿No vas a la cama?
–Aún no.
–¿Por qué?
–Porque no tengo sueño. Iré en un rato.
–Como quieras, pero no te canses. Sabes que me siento mal si te veo cansada, me haces sentir un mal padre.
El corazГіn se me detuvo un instante. Si en ese momento me hubiera llegado la muerte, la habrГa recibido con los brazos abiertos. No respondГ, lo mirГ© y luego asentГ con un tГmido movimiento de cabeza.
–¿He sido un mal padre, Melanie? —continuó como si sintiese placer en proseguir con aquel sanguinario interrogatorio—. ¡Respóndeme, coño! ¿He sido un mal padre?
–No —respondГ llorando y moviendo frenГ©ticamente la cabeza para confirmar una respuesta en la cual, obviamente, no creГa.
Temblaba. AgarrГі mi oreja torciГ©ndola con fuerza, con tanta violencia que comencГ© a pensar que ese dГa me la arrancarГa de la cabeza.
–Bien, muy bien. Ahora está mucho mejor. Siempre has sido una buena niña, muy buena. Debes obedecer siempre a tu padre. Al final de cuentas, soy yo quien te mantiene, asà como he mantenido a la puta de tu madre durante toda una vida, como a un parásito. ¡Y asegúrate de estar en la cama para cuando vuelva, si no te meterás en serios problemas! ¿Entendido?
DejГі mi oreja y saliГі golpeando la puerta. PermanecГ sentada unos minutos para asegurarme de que no regresarГa para recoger algo que se habГa olvidado, como otras veces habГa sucedido. Recuerdo una vez que entrГі despuГ©s de unos minutos para coger una pistola que tenГa guardada en un cajГіn, ya cargada con las balas, lista para usar. Fue la primera y la Гєltima vez que vi esa arma, nunca supe dГіnde habГa acabado o si la habГa usado contra alguien. Г‰l se dio cuenta de que lo estaba mirando mientras guardaba la pistola en la cintura del pantalГіn. Yo era muy pequeГ±a. Me mirГі.
–¿Y? ¿Qué miras? ¡Debes agradecerle al Padre Eterno que aún no la he usado en contra de ustedes!
PermanecГ inmГіvil, petrificada, con los ojos y la boca bien abiertos, con una expresiГіn de asombro similar a la que habГa tenido cuando recibГ mi primer peluche, pero, esta vez, sin la sombra de la sonrisa. Me sorprendiГі que de su boca pudiese salir el nombre de Dios. Antes de ese dГa, solo habГa visto la imagen de un revolver en algunos carteles; aГєn no existГa la televisiГіn y, por lo tanto, no tenГa idea de para quГ© servГa ese objeto ni porquГ© Г©l se habГa enojado tanto al ser descubierto. LlegГі mi madre en mi ayuda.
–Ven tesoro, ven conmigo. Papá tiene muchas cosas que hacer, no está enojado contigo. No debes pensar eso, ¿de acuerdo?
–De acuerdo, mamita.
Mi madre habГa colocado las manos abiertas sobre mi boca y las apretaba tan fuerte —casi como si quisiera acallar una frase mГa pronunciada fuera de lugar— que apenas logrГ© responderle. O como si quisiera sofocarme para ahorrarme todos los dolores que, estaba segura, habrГa sufrido en el transcurso de los aГ±os. Sus manos olГan a jabГіn. Amaba ese perfume porque olГa a flores, olГa a mi madre.
No regresГі. En esos minutos de espera habГa engaГ±ado al tiempo saboreando mis lГЎgrimas, tratando de recordar en quГ© otro momento del pasado ya les habГa sentido ese mismo sabor. TenГa un amplio catГЎlogo de sabores entre los que podГa elegir, pero, en ese momento, ninguno parecГa asemejarse a uno conocido. HabГa descubierto un nuevo sabor: mis lГЎgrimas se habГan endulzado levemente.
CorrГ hacia mi habitaciГіn, recogГ el dinero y lo guardГ© en la valija. BajГ© las escaleras en puntas de pie, abrГ la puerta y mirГ© hacia afuera, temerosa de encontrГЎrmelo allГ, delante de mis ojos, listo para decirme: «¡Te lo advertГ, debiste haberme hecho caso, mocosa! ВЎAhora te has metido en apuros!В». Pero su sombra no estaba, ya no estarГa nunca mГЎs. Un paso, dos pasos, tres pasos. Cada vez mГЎs rГЎpidos, casi corriendo. EnfilГ© hacia la calle de la derecha, vi al seГ±or Smith en la puerta de su casa mientras acomodaba las flores en las macetas situadas sobre las escaleras de ingreso. Sus hijos, Martin y Sandy, le daban vueltas alrededor como las mariposas a las flores. Г‰l bromeaba con ellos y con su madre, que los habГa alcanzado en el umbral de la casa y los miraba sonriente. DisminuГ el paso para observar mejor esa imagen de familia feliz, esa que yo jamГЎs habГa tenido, para llevarla conmigo fingiendo que tambiГ©n me pertenecГa un poco.
En los cinco aГ±os que siguieron, mi padre nunca vino a buscarme. Por lo menos, ninguno me dijo jamГЎs que lo hubiera hecho. El dГa que, a desgana, regresГ© a casa para su funeral, los vecinos me contaron que cuando regresГі aquella noche en la que escapГ©, completamente borracho como siempre, comenzГі a gritar alarmando a todo el vecindario. Nadie me habГa visto salir, ninguno fue capaz de responder a las preguntas que mascullГі con su boca envenenada de alcohol. Mi dijeron que, a travГ©s de sus siniestros contactos, habГa logrado averiguar mi paradero, pero que habГa decidido dejarme en paz, no perseguirme, porque sabГa que no habГa sido un buen padre y que solo me causarГa mГЎs daГ±o si me obligaba a regresar. HabГa tomado la decisiГіn de irme, y para Г©l estaba bien asГ. Alguno afirmГі que habГa decidido premiar mi coraje, asГ como la habilidad que habГa demostrado al ponerlo contra las cuerdas. No creГ ni una sola de aquellas palabras, pronunciadas por gente que ni siquiera me conocГa, pero luego me resignГ© al hecho de que podrГan ser ciertas, porque, de cualquier manera, ya no me importaba nada mГЎs de Г©l. El ogro habГa muerto a manos de otro ogro durante un ajuste de cuentas, quizГЎs.
Eran aproximadamente las nueve de la noche del 15 de septiembre de 1960. LlovГa a cГЎntaros y sin parar desde hacГa tres dГas, y aГєn nos aguardaban mГЎs dГas de lluvia. Acababa de llegar a casa despuГ©s de un largo dГa de trabajo; con frecuencia hacГa turnos un poco mГЎs extensos para ganar un poco mГЎs de dinero. En cinco aГ±os habГa ahorrado lo suficiente como para decidirme a comprar una casa propia, ayudГЎndome con un pequeГ±o prГ©stamo del banco. Mi vida habГa cambiado, finalmente estaba empezando a encontrar mi identidad. DГ©bil quizГЎs, pero toda mГa. El trabajo me habГa ayudado mucho en todo este proceso, me habГa permitido remendar las heridas acumuladas durante aГ±os, aunque estas mantenГan su dolor bajo las numerosas cicatrices repartidas por todo mi cuerpo. Un dolor extendido, mГЎs tolerable, aunque permanente, que no dejaba espacio para que mi alma estГ© en paz. CalentГ© mi plato precocido en el horno y me sentГ© a la mesa a esperar a que estuviera listo mientras las manos sostenГan el peso de la cabeza.
La televisiГіn existГa desde hacГa unos pocos aГ±os, pero solo las familias mГЎs adineradas podГan permitirse comprar y mantener una. Sin duda, yo no. Las pocas veces que transmitГan algo interesante, me detenГa delante de los escaparates de las tiendas de electrodomГ©sticos donde se agrupaban otras personas que, como yo, no podГan tener una. Pero una vez que llegaba el horario de cierre de la tienda, el mismo hombrecillo gordinflГіn con bigotes se acercaba hacia nosotros, protegido por la vidriera, para anunciar, abriendo los brazos sin consuelo, que В«las transmisiones del dГa habГan acabadoВ» o que, al dГa siguiente, se ofrecerГan В«ventajosas ofertas en la tienda a las que no podrГamos renunciar, a fin de poder comprarnos, finalmente, nuestro primer esplГ©ndido televisorВ». Estas palabras las tenГa escritas en el rostro, no tenГa necesidad de pronunciarlas. TambiГ©n me refugiaba en los bares, esos que ponГan un televisor a disposiciГіn de sus clientes, sobre todo, durante los meses frГos del invierno o en las noches lluviosas. Pero el olor de los vapores del alcohol me subГa rГЎpidamente a la cabeza, me hacГa recordar a mi padre y me obligaba a escapar como un recluso que busca el camino hacia la libertad.
En casa tenГa una radio vieja que cada tanto encendГa, cuando me daban ganas de escuchar una voz que fuera lo suficientemente distante como para no exigirme una respuesta, una interacciГіn. La habГa encontrado en un puesto de usados, a la venta por unos pocos dГіlares. Estaba rota, pero el vendedor me habГa asegurado que serГa fГЎcil de reparar. La comprГ©, a pesar de no estar completamente convencida de haber hecho un buen trato, y un amigo se ofreciГі a reparГЎrmela gratis. Se llamaba Ryan. Ese joven fue el Гєnico hombre capaz de regalarme un poco de amistad sana e incondicional, esa que necesitaba con vehemencia, esa que no habГa tenido jamГЎs la suerte de probar en toda mi vida.
TambiГ©n con Г©l me mostraba cerrada en muchos aspectos, pero mientras otras personas, frente a ello, sentГan la obligaciГіn de hurgar en mis debilidades, Г©l las respetaba. Ryan jamГЎs me preguntГі acerca de mi pasado, jamГЎs juzgГі mis acciones o las pocas elecciones que habГa hecho desde que vivГa como una mujer libre. ComprendГa el momento en que yo tenГa ganas de conversar porque me desahogaba como un rГo en crecida en el que Г©l se dejaba arrastrar. Y aceptaba mi fragilidad, manifestada a travГ©s de silencios, cuando preferГa quedarme sola para contemplar una hoja de ensalada colocada sobre la mesa de la cocina. Cuando veГa llegar uno de estos momentos, tan frecuentes en mГ, Г©l me saludaba con un gesto militar y se alejaba marchando, sin hablar, cerrando dulcemente la puerta tras de sГ. Me hacГa reГr, me hacГa sentir bien. Como nunca habГa reГdo antes y como nunca me habГa sentido tan bien en mi vida.
SentГa algo por Г©l, un sentimiento extraГ±o que no lograba reconocer ni darle nombre. Cuando un dГa estuvimos uno frente al otro, a punto de besarnos, lo alejГ© con fuerza. HabГa sentido miedo. En ese entonces, no pude comprender a quГ© le temГa, pero tenГa la certeza de que era temor puro. Sin embargo, ese gesto inmaduro de mi parte no hizo mella en Г©l y siguiГі comportГЎndose conmigo del mismo modo.
Un dГa, me dijo que su familia debГa mudarse a causa del trabajo de su padre y de otros temas que este debГa afrontar. Por seguridad, no me dijo dГіnde irГa a vivir. AsГ que debГamos alejarnos durante un tiempo, y yo no podrГa verlo bajo ningГєn punto de vista. Pero no debГa temer, porque Г©l me buscarГa, mantendrГamos el contacto y el volverГa apenas las aguas se hubiesen calmado. В«Te lo prometo, Melanie. Dame la mano, colГіcala aquГ y escucha: Вїsientes mi corazГіn?В». Fueron las Гєltimas palabras que le escuchГ© pronunciar mientras apoyaba mi mano contra su pecho, antes de su Гєltimo saludo militar, de su Гєltima marcha, esa que anunciaba su partida. No respondГ a sus palabras con otras que hubiera querido decir y que, por el contrario, quedaron atrapadas en la garganta, sofocadas por el llanto, negГЎndome el respiro.
A travГ©s de esa radio —que me recordaba su presencia— yo disfrutaba pasivamente de las transmisiones, las noticias, los boletines meteorolГіgicos, las canciones de los Beatles, de Hendrix, de Armstrong y de los Rolling Stones. Desde hacГa unos aГ±os, un joven se habГa presentado en el escenario musical: se llamaba Elvis Presley. Ese guapo muchacho hacГa delirar a todas las mujeres cada vez que cantaba y regalaba movimientos pГ©lvicos durante sus presentaciones. A las chicas no les importaba gastar buena parte de sus sueldos para comprar sus discos o para asistir a sus animados conciertos, soГ±ando, tal vez, con tirarse al vacГo y ser atrapadas al vuelo por sus fuertes brazos.
La fiebre por ese bonito muchacho de Memphis tambiГ©n me alcanzГі. En una tienda encontrГ© uno de sus discos y lo comprГ©, a pesar de que en casa no tenГa un tocadiscos. Lo dejГ© apoyado a la vista durante meses, mientras se cubrГa de polvo. Lo adoraba en silencio, me detenГa a mirarlo algunos minutos y, cada vez que recibГa la nГіmina, sentГa ganas de correr a comprar un tocadiscos para, finalmente, poder escucharlo.
Para las mujeres de veintiocho aГ±os, como yo, Elvis era el argumento que monopolizaba todas las conversaciones entre colegas, las horas del almuerzo, cualquier momento del dГa. HabrГa sido un buen partido bajo cualquier punto de vista. Mis colegas, “las otras” como solГa llamarlas, describГan con demasiados detalles los pensamientos erГіticos que tenГan respecto a ese joven. Algunas, incluso, llegaron a confesar que no habrГan tenido ningГєn problema en abandonar sus maridos e hijos si ese “muchacho guapo” les hubiera dado una mГnima esperanza. Yo no comprendГa del todo esos discursos, no estaba en condiciones de medir la fuerza de la fuente de energГa que los alimentaba.
Cuando se hablaba de sexo, yo sentГa un crudo desagrado, sentГa nacer y crecer una profunda repulsiГіn dentro de mГ, dentro de mis vГsceras, atenazadas como dos manos alrededor del cuello, listas para sofocarme. El sexo me hacГa recordar al ogro, a mi sufrimiento, al dolor y a todas las humillaciones que habГa padecido; al sabor del esperma de un hombre enfermo, esparcido sin control sobre mi vientre joven, sobre mi cГЎndida piel que deberГa haber conocido solo pureza y pudor; a mi sangre y a de la de mi madre, vertida todos los dГas sobre las blancas sГЎbanas de una cama siempre desecha. Mis compaГ±eras se percataron de que habГa algo que no estaba bien en mГ. Algunas eligieron no inmiscuirse, otra, en cambio, lo hizo con el amargo pretexto de ofrecerme una valiosa ayuda.
–¿Qué tienes, Mel?
–Nada. ¿Por qué me lo preguntas?
–Pues… te comportas de forma extraña.
–AsГ soy. ВїQuГ© puedes hacer? —respondГa abriendo los brazos en seГ±al de resignaciГіn al diseГ±o de mi vida.
–¿Te gustan las mujeres?
–¿Cómo?
–Te he preguntado si te gustan las mujeres, si te sientes atraГda por ellas.
–¿Las mujeres? ¡Vamos, no digas estupideces!
–En todos estos aГ±os, nunca nos has contado ninguna experiencia sexual que hayas vivido con un hombre, mientras todas nosotras lo hemos hecho. EstГЎ bien, tal vez tГє no la hayas tenido aГєn, pero quizГЎs te gustarГa tenerla y podrГas conversarlo con nosotras. Y en cambio tГє ВїquГ© haces? ВЎTe escondes dentro de tu caparazГіn como una tortuga!
ВїCГіmo podГa decirle que mi “primera vez” habГa sido a los cinco aГ±os, a manos de mi padre? Г‰l me habГa dicho que se trataba de un juego. ВїCГіmo podГa convencerla del hecho de que ese juego que Г©l habГa pensado para mГ y que consistГa en la desvergonzada exploraciГіn de mi intimidad, en realidad, no me gustaba para nada porque yo, a esa edad, hubiera preferido jugar con las muГ±ecas, como cualquier otra niГ±a? ВїCГіmo podГa echarle en cara que, si yo no hubiera jugado con Г©l de ese modo, Г©l habrГa obligado a mi madre a someterse a la misma prГЎctica, al mismo juego, pero con reglas distintas y mucho mГЎs severas, apropiadas para los adultos?
–Es un tema del que no quiero hablar, no hay ninguna razón en particular. Tal vez aún no estoy lista o no lo estaré jamás. Suficiente.
–De acuerdo, Mel, como quieras. Esta noche nos encontraremos en una fiesta de pijamas. ВїTe gustarГa venir?
–¿Habrá hombres?
–No.
–¿Se hablará de sexo?
–No lo sГ©, pero temo que sГ.
–Entonces no, gracias. No tendrГa nada para decir y serГ© una molestia para todas.
Cuando regresГ© a casa esa noche, cogГ el disco de Elvis y lo arrojГ© al cubo de la basura.
EscuchГ© sonar el timbre una vez y, luego, una segunda antes de que pudiera llegar hasta la puerta.
–¡Ya voy! —exclamé en voz alta.
Cuando abrГ la puerta me encontrГ© de frente con un policГa. LlovГa a cГЎntaros. El policГa tenГa el uniforme empapado, a pesar de que reciГ©n habГa bajado de la patrulla estacionada a pocos pasos de la puerta de mi casa. Un colega suyo estaba sentado en el lugar del conductor y miraba hacia nosotros, con el cuerpo erguido hacia adelante y los ojos en direcciГіn hacia arriba para encuadrar mejor la escena a travГ©s del marco de la ventana.
–Buenas noches, agente —dije sorprendida.
–Buenas noches. ¿Usted es la señorita Melanie Warren?
–SГ, soy yo, agente, ВїquГ© sucede?
Estaba asustada y distraГda por la luz intermitente de su vehГculo que me cegaba. Esa luz diseГ±aba sombras azules en la noche, que se proyectaban sobre el piso y contra la fachada de la casa. Eran sombras palpitantes, lentas, como el latido de mi corazГіn.
–Soy el agente Parker, señorita. ¿Puedo pasar, por favor? —preguntó mientras me mostraba la placa con una foto suya de unos años atrás.
Lo dejГ© entrar y entornГ© la puerta, sin cerrarla.
–¿Y su compañero, allá afuera?
–No se preocupe, me esperarГЎ allГ. Estoy aquГ por su padre, el seГ±or Brad Warren.
PermanecГ en silencio, inmГіvil, esperando para que continГєe su discurso, para que diga todo lo que tenГa que decir. Me hice mil preguntas. Me preguntГ© si el ogro podrГa estar involucrado en algГєn asunto y quiГ©n podrГa haber sido su vГctima. PensГ© en su participaciГіn en alguna pelea. TemГ que hubiera regresado para buscarme, que hubiese contactado con la policГa y que, a travГ©s de ellos, me hubiera hallado para obligarme a volver a su lado.
–¿QuГ© ha hecho mi padre? —exclamГ© mientras frotaba nerviosamente la tela de mi falda con las manos cerradas en forma de puГ±o, liberando un sudor frГo.
–Ha sido asesinado, seГ±orita Warren, lo siento. La dinГЎmica del hecho aГєn no es clara. El caso permanece abierto y todas las investigaciones del caso estГЎn en curso. Ha sido asesinado de tres disparos, de los cuales uno ha impactado directamente en la cabeza y le ha provocado la muerte. Los vecinos escucharon los disparos, tres tiros ejecutados de cerca desde un vehГculo en marcha. Cuando salieron, vieron el cuerpo de su padre tirado en el piso, inmerso en un charco de sangre. HabГa perdido el sentido, pero se encontraba aГєn con vida. MuriГі poco despuГ©s, durante el traslado al hospital. Parece haber sido una verdadera ejecuciГіn, un arreglo de cuentas.
PermanecГ en silencio, extraГ±amente tranquila, casi relajada. No traicionaba ninguna emociГіn. Mis ojos miraban fijo hacia mis piernas, sin verlas, el sudor frГo habГa desaparecido, las manos se habГan abierto dejando finalmente libre la tela de mi falda, el corazГіn habГa vuelto a latir de modo regular. Estaba bien, endiabladamente bien. Me arrepentГ por ese sentimiento de cruda maldad, me arrepentГ tambiГ©n de haberme arrepentido por haber expresado ese sentimiento de forma natural.
–Señorita, ¿se siente bien?
AfirmГ© con la cabeza, todo estaba muy bien.
–¿Estaba borracho?
–No, no estaba borracho; el nivel del alcohol en sangre era el normal.
Lo mirГ© a los ojos. No podГa creer en ese cuento con final feliz, donde todos los malos se vuelven buenos de improviso y viven el resto de sus dГas felices y contentos. ВїO, acaso, mi padre habГa cambiado realmente despuГ©s de mi partida?
–¿Su padre bebГa? ВїSe emborrachaba con frecuencia?
ВЎMentir! ВЎNegar el dolor de la marca ardiente de la mentira impresa sobre la piel del alma! ВЎImperativo!
–Sucedió, como puede sucederle a todos, incluso a las mejores familias.
–¿QuГ© relaciГіn tenГa usted con su padre?
Segundos de evidente inseguridad, bГєsqueda de palabras falsas y, por consiguiente, ausentes. BГєsqueda de una verdad que no me pertenecГa. Deseo de escribir para siempre la palabra “fin” a todo. Era el momento justo, ese que habГa estado esperando.
–Una relación normal, como cualquier relación entre un padre exmilitar y una muchacha.
–¿Su padre era muy severo con usted?
No respondГ, dudГ©. Lo mirГ© por un instante, casi enfrentГЎndolo, luego cedГ y alejГ© nuevamente la mirada de Г©l.
–¿Le ha hecho daño? ¿La ha golpeado?
ВЎMentir una vez mГЎs! ВЎInsistir en la vergГјenza para preservar la dignidad!
–No…
–¿No? ¿Está segura?
–SГ, estoy segura, agente…
–Bien. ¿Desde hace cuánto tiempo ha dejado la casa paterna?
–Desde hace cinco años.
–Desde 1955, entonces —repitió mientras tomaba nota en su libreta.
–¿Puedo preguntarle el motivo?
–¡Para tener una vida propia, agente! TenГa veintisГ©is aГ±os, no tenГa casa, ni familia, ni trabajo. Ansiaba mi independencia, mi autonomГa. Estaba cansada de que me mantengan y de tener que implorarle a la gente para poder tener algo para mГ, para satisfacer mis gustos y demГЎs.
El agente tomaba nota, imperturbable y sin mirarme, como un periodista durante una entrevista hecha al campeГіn de bГ©isbol del momento. Me fastidiaba profundamente esa actitud de normalidad y soberbia, ese hacerle preguntas a la gente que llevaba a cabo sin problemas.
–Antes de dejar su antiguo hogar o en los años sucesivos, ¿se mantuvo en contacto con él?
–No —respondГ. Me arrepentГ y, luego, me corregГ de inmediato—. Mejor dicho sГ, pero ocasionalmente.
–¿No sentГan el deseo de encontrarse, de hablar, de contarse cГіmo transcurrГan vuestras jornadas?
–¿Pero usted es policГa o psicГіlogo? —exclamГ©.
Mi nivel de paciencia habГa sido superado profundamente desde hacГa rato; y un rГo mГЎs ancho que sus propios mГЎrgenes no puede seguir conteniendo el agua y haciГ©ndola correr a lo largo de su recorrido sin derramarla y sembrar muerte y destrucciГіn.
–Ambos, en efecto. Le ruego, Melanie, responda a mis preguntas. SerГЎn de ayuda para cerrar el caso. ConfГo en su colaboraciГіn y me doy perfectamente cuenta del momento difГcil que usted estГЎ viviendo.
No habГa comprendido nada en absoluto. Me resignГ©, como siempre, y respondГ a sus preguntas con distancia, como si realmente no me importara nada de nada.
–A partir del dГa en que dejГ© esa casa, no tuve nada mГЎs para compartir con mi padre. TomГ© las riendas de mi vida, mis cosas y me fui. EncontrГ© este pequeГ±o apartamento donde vivo ahora y un trabajo como enfermera en el hospital. ComencГ© a tener una vida independiente, todo parecГa ir bien. Mi padre, por su parte, pudo retomar su vida, sin tener mГЎs una hija a la que mantener. Nunca nos buscamos, ni siquiera cuando vivГa con Г©l, jamГЎs nos relacionamos. ВїPor quГ© motivo deberГamos haberlo hecho tras mi partida?
–Comprendo. Antes de dejar la casa, ¿percibió, alguna vez, algo en su padre que no estuviera bien o algún problema que pudiera tener con alguien por algún motivo?
–No, no que yo sepa, agente. No.
–Gracias, Melanie. Ahora querrГa hacerle unas preguntas sobre su madre, si no le disgusta.
En realidad, me disgustaba ВЎy cuГЎnto! No querГa molestar, una vez mГЎs, a mi madre; ya habГa sido mortificada durante mucho tiempo a lo largo de su vida. TemГ las preguntas que podrГa hacerme, pero igual aceptГ© someterme a ese interrogatorio.
–Su madre, Jane, se quitó la vida en 1951. En las actas figura que fue precisamente usted la que encontró el cuerpo sin vida al volver de la universidad. ¿Fue as�
–SГ, fue asГ. Mi madre me entregГі el manojo de llaves de casa por primera vez esa misma maГ±ana.
–Por consiguiente, queda claro que su madre habГa premeditado su accionar, no se tratГі de un simple impulso del momento.
–SГ. Creo que sГ…
ВЎRespuesta equivocada, Melanie!
–De acuerdo. ВїPodrГa hablarme de la relaciГіn que habГa entre usted y su madre, y entre su madre y su padre, por favor?
Jaque mate al rey. La reina habГa sido derrotada. No respirГ©, tratГ© de encerrarme en mi caparazГіn buscando la vГa de acceso mГЎs rГЎpida. Pero el caparazГіn habГa permanecido abierto y el hombre me veГa, me seguГa, me aferraba y me tiraba hacia afuera. Todo el tiempo: no tenГa escapatoria. Mentir, mejor seguir mintiendo.
–Mi madre estaba enferma. No era mala, ВЎtodo lo contrario! Pero era dГ©bil, y su mente, a menudo, la abandonaba. SolГa escucharla llorar por las noches, pero yo era muy pequeГ±a para poder ayudarla.
–Comprendo. De las actas surge que se oГa gritar a su padre con frecuencia y que solГa regresar al hogar, entrada la noche, completamente borracho. ВїEs asГ?
–SГ, alguna vez sucediГі.
–Alguna vez sucediГі, de acuerdo. Esto, segГєn su parecer, ВїpodrГa haber influido en el gesto extremo que tuvo su madre?
–No lo sé. Era muy pequeña, ya se lo he dicho.
–Melanie, cuando su madre muriГі usted tenГa veintidГіs aГ±os, no era pequeГ±a.
Se equivocaba. El alma de mi madre ya habГa muerto desde hacГa muchos aГ±os, lo que quedaba de ella y lo que yo habГa hallado, frГo e inmГіvil, inmerso en su sangre, era solo el envase de su fantasma.
–Agente, estoy muy cansada ahora —contestГ© tratando de huir por la Гєnica vГa de escape que me quedaba.
–Comprendo, Melanie, comprendo. Le pido que me responda una última pregunta, por favor. ¿Cómo siguió la relación entre su padre y usted después de la muerte de su madre, antes de que usted abandonara la casa?
ВЎEn la cama, a golpes limpios en el corazГіn de la noche! He aquГ como habГa continuado nuestra relaciГіn. Los animales que iban camino al matadero recibГan mГЎs respeto de lo que yo jamГЎs habГa recibido, porque a los animales, al final, se los mataba y se los comГa, por lo tanto, desaparecГan. Yo, en cambio, seguГa viva, herida por dentro y por fuera, obligada, cada maГ±ana, a pararme ante el espejo para detectar las nuevas seГ±ales que habГan dejado las palizas, esas que se aГ±adГan a mi singular colecciГіn. Una Гєltima mentira, una mГЎs, la Гєltima. O quizГЎs no.
–Mi padre cambiГі despuГ©s de ese dГa. Se volviГі completamente ausente. Se sentГa incapaz de acompaГ±arme porque pensaba que habГa fallado por completo en el intento de salvar a su mujer. Me lo confesГі una noche, mientras lloraba.
–ExplГquese mejor.
–Lo que dicen las actas es cierto. A menudo, mi padre volvГa tarde por la noche y, la mayorГa de las veces, habГa bebido mucho. Gritaba contra mi madre, desahogaba con ella toda su rabia por no poder ayudarla, por no poder amarla como hubiera debido o querido hacer. Los gritos resonaban en la casa e, incluso, se escuchaban desde afuera; los vecinos siempre me miraban de un modo extraГ±o a la maГ±ana siguiente, como compadeciГ©ndose, como si sintieran piedad por mГ. Cuando mi madre muriГі, mi padre firmГі su rendiciГіn. QuizГЎs, en cierto sentido, tambiГ©n Г©l muriГі ese dГa junto a ella. Se alejГі completamente de mГ, pasaba dГas enteros leyendo, sentado en el salГіn.
В«Y pensando en cГіmo me violentarГa nuevamente esa nocheВ», pensГ©, pero me asegurГ© de no decirlo.
–Entonces usted, sintiéndose abandonada, decidió dejar su casa y armar su vida.
–SГ, asГ es, agente.
Por primera vez me sentГa a flote.
–Gracias, Melanie. Me disculpo por todas las preguntas inoportunas que le he hecho en un momento como este, pero como usted podrá imaginar, eran necesarias. Ahora el cuadro está más completo.
Me mirГі con afecto y yo le respondГ de igual forma. Un afecto, el mГo, mezclado con frustraciГіn. EscondГa mi rostro, manchado de mentiras, entre las arrugas de mi cobardГa, allГ donde todavГa habГa quedado un poco de espacio para sumergirse completamente y desaparecer de la vista. HabГa traicionado a mi madre, una vez mГЎs. Como ese dГa en que, protegida por la oscuridad de una noche sin luna ni estrellas, habГa permanecido quieta, detrГЎs de la puerta de la guarida, mientras observaba cГіmo el ogro desmembraba a su presa. Como el dГa en que salГ de casa, orgullosa, con las llaves en la mano por primera vez, desinteresГЎndome de todo, principalmente, del motivo que habГa impulsado a mi madre a dГЎrmelas. Como todos los dГas en los que habГa querido decirle que la amaba, pero no lo habГa hecho.
–DeberГa venir a la comisarГa para completar el expediente y firmar el deceso, luego se le solicitarГЎ identificar el cadГЎver, asГ como el resto de las cosas necesarias para la sepultura.
–De acuerdo, iré mañana por la mañana.
Me sonriГі y se fue. PermanecГ de pie, quieta, con la puerta abierta; el aire, saturado de lluvia, me humedecГa el rostro, confundiГ©ndose con mis lГЎgrimas. Su compaГ±ero encendiГі el motor de la patrulla, me mirГі y me saludГі con la mano. Le respondГ de la misma manera. El agente Parker abriГі la puerta y, sin preocuparse por el agua que lo empapaba, se detuvo a mirarme y a saludarme. Me dijo algo que no escuchГ©, un trueno lejano habГa tapado el sonido de su voz. Su mirada estaba distendida, por lo tanto, debiГі haberme dicho algo bonito. AsentГ con la cabeza, me girГ© y entrГ© a la casa cerrando la puerta tras de mГ. La luz azul intermitente se habГa desvanecido y la casa habГa vuelto a ser la de antes, y yo con ella. VolvГ a la cocina. El plato que habГa calentado ya estaba frГo. No tenГa mГЎs hambre, no tenГa mГЎs sed, no tenГa ni siquiera aire en los pulmones. La garganta estaba ahogada por el llanto que habГa estado reprimiendo todo el tiempo. «¿Por quГ© llorar? ВїY por quiГ©n?В». No hallar una respuesta a esas preguntas derrumbГі mis barreras, aniquilГі con un rayo todas mis defensas. Era mi rendiciГіn incondicional, esa que mi corazГіn habГa esperado tanto.
El ogro estaba muerto y ya no podrГa hacerme mГЎs daГ±o. SГ, finalmente, el ogro habГa muerto, asesinado por otro como Г©l. Seguramente, habrГa ido a arder en el fuego del Infierno, jamГЎs se habrГa reencontrado con mi madre porque ella, estaba segura, moraba en el ParaГso de los hombres. Ahora estaba completamente segura de ello. Muerto. Asesinado durante la Гєnica noche en la que no se habГa emborrachado. ВЎQuГ© curioso! QuizГЎs, porque esa noche el ogro habГa permanecido como un hombre simple, no habГa vestido su traje de audiciГіn, ese que lo volvГa mГЎs fuerte y agresivo. HabГa cometido un grave error, una fatal ligereza. No deberГa haber bajado la guardia: cuando se elige el mal como camino de vida, se debe aprender a mirar alrededor, porque otro mal vendrГЎ. Tal vez el hombre, cansado de actuar y agobiado por todo, habГa quemado su disfraz. Acaso querГa matar Г©l mismo al ogro para transformarse en hГ©roe, desnudГЎndose ante la multitud y parГЎndose delante de sus enemigos para gritarles: «¿No me veis? ВЎAquГ estoy! ВЎГЃnimo, blandengues! ВїQuГ© esperГЎis para matarme?В». Acaso habГa querido experimentar el dolor que se siente cuando la piel es golpeada, cuando el metal desgarra la carne y penetra en el cuerpo. QuizГЎs habГa querido comprender quГ© se siente al ver salir la propia sangre de las venas, los sentidos que comienzan a fallar mientras los sonidos se alejan y todo se vuelve oscuridad, ante los ojos abiertos de par en par que miran el asfalto, cerca del estiГ©rcol dejado por un perro callejero unos minutos antes. SГ, quizГЎs habГa sucedido precisamente asГ. TirГ© la comida en el cubo de la basura y me fui a dormir. Esa noche, tuve un sueГ±o bonito, pero no lo recuerdo.
Al dГa siguiente, cumplГ con las obligaciones que tenГa con ese hombre, mi padre, por Гєltima vez. Cuando me preguntaron si preferГa darle sepultura o cremarlo, respondГ sin dudar. Lo hice cremar, le di una muestra de lo que sufrirГa de aquГ en adelante para toda la eternidad. Quise presenciar el macabro espectГЎculo: ver esa caja de madera entrar en el horno y salir hecha cenizas me provocГі una siniestra excitaciГіn. No traicionГ© mis emociones, no derramГ© ni una lГЎgrima. ForcГ© mis sentimientos, encerrГЎndolos en un bloque de hielo, confinГ© mi corazГіn dentro de una celda frigorГfica para la ocasiГіn.
VolvГ a mi ciudad para tomar posesiГіn de la casa y del poco dinero que habГa quedado, ese que no se habГa gastado en botellas de alcohol u otros vicios. ApoyГ© en el piso la urna con las cenizas, en un lugar escondido para que no pueda ser vista. Me detuve a escuchar los ruidos del silencio, a observar las huellas de las manos que habГan quedado marcadas sobre el polvo depositado en los muebles sin limpiar. Escuchaba los gritos y los llantos de mi madre, esos que yo sofocaba en la noche cantando una canciГіn, abrazada a mi peluche. Escuchaba los lamentos y los sollozos que habГa dejado el vendaval. Al mirar hacia el sofГЎ donde solГa sentarse mi padre, pude ver a un hombre solo, a un anciano despojado ya de su vida. En un ГЎngulo, descubrГ un bastГіn, lo imaginГ© agarrado con fuerza entre sus manos mientras caminaba, fatigado, en busca de alguien para golpear. Alguien que ya no estaba. Un hombre obligado a descargar su ira contra sГ mismo, hasta el dГa de la rendiciГіn.
Sobre un estante encontrГ© un portafolio, lo tomГ© y lo abrГ. ContenГa monedas sueltas y una foto de mi madre que me tenГa en brazos. SonreГa feliz, y yo estaba con ella. GirГ© la foto y vi que tenГa anotada una fecha. Era el dГa de mi cumpleaГ±os, ese en el que habГa recibido el peluche de regalo. De ese dГa en adelante, algo cambiГі. El cuento de la familia feliz dejГі lugar a la pesadilla de una existencia carente de futuro. Mis recuerdos, vagos y confusos, jamГЎs me permitieron identificar ese momento, el incidente que cambiГі por siempre el curso de las cosas y de nuestra vida.
«¡Debe pasar mucho tiempo antes de que yo me convierta en fertilizante para las plantas!В», gritaba, a menudo, mi padre en sus momentos de ira. Ese tiempo le habГa llegado, como les llega a todos. HabГa llegado el momento de que se convierta en eso que siempre habГa rechazado. TomГ© la urna y rompГ el sello. La abrГ y derramГ© todo su contenido en una cubeta y le aГ±adГ agua. MezclГ© todo con una chuchara, asqueada. SalГ al jardГn y vertГ esa pociГіn fangosa sobre las raГces de las plantas, curiosa por ver quГ© sucederГa. Pero me quedГ© decepcionada, porque no ocurriГі absolutamente nada.
Me quedГ© a dormir en la casa esa noche y, luego, una segunda y una tercera. Pero sin lograr cerrar los ojos. No podГa quedarme mГЎs ahГ adentro, no me pertenecГa mГЎs. Puse la casa en venta y no tuve que esperar mucho tiempo para librarme de ella. La comprГі, a las pocas semanas, una familia de tres personas: padre, madre y una niГ±a. Sin decir nada, deseГ© para ellos una vida mejor de la que yo habГa tenido allГ. Cuando los saludГ©, entreguГ© a la niГ±a mi peluche.
–Ten pequeña, es para ti.
–¡Oh, qué bonito! ¡Mamá, papá, mirad lo que me ha regalado la señora! —gritó entusiasmada dirigiéndose a sus padres, quienes, felices, me sonrieron para agradecerme.
–Deseo que nunca necesites de él, pequeña, pero recuerda que, si alguna vez, algo malo llegara a sucederte, él siempre te protegerá, siempre cuidará de ti.
–¡De acuerdo!
La acariciГ©, los saludГ© y me fui.
3
El dГa que cerrГ© la puerta a mis espaldas, me tomГі desprevenida. Era una aficionada en la vida, un cГєmulo animado de carne y huesos en fuga, en busca de algo no muy definido. Me faltaba dignidad. Mientras avanzaba a paso rГЎpido, me obliguГ© a no dar la vuelta por ninguna razГіn en el mundo, pensando que, finalmente, todo habГa acabado y que, desde ese momento en adelante, mi vida habrГa cambiado y habrГa nacido una nueva Melanie. Diez pasos, cien pasos, luego doscientos. Me girГ©, como si una mano invisible me hubiera agarrado por la espalda a traiciГіn. VolvГ a mirar la casa. El farol de la fachada se mecГa impulsado por el viento, su movimiento me hipnotizaba. VolvГ en mГ y llorГ©. Me rendГ, volvГ a darme vuelta y, finalmente, seguГ mi camino. El llanto habГa vencido al miedo; a lo mejor, aquello que se decГa no era tan cierto. O tal vez sГ.
Mi vagГіn de segunda clase no estaba lleno. Solo habГa una muchacha y un anciano para hacerme compaГ±Гa. El hombre leГa tranquilo su copia del Daily Telegraph, mientras la joven alternaba su mirada entre la ventanilla y mi rostro, tratando de comprender cuГЎl de las dos imГЎgenes lograba asombrarla mГЎs, cuГЎl resultaba el mejor panorama, el mГЎs divertido para engaГ±ar al tiempo. Mascaba un chicle con insistencia, con el rostro hundido en el cuello alzado de su blusa blanca a cuadros rojos. Llevaba unos vaqueros muy ajustados para la Г©poca. Me parecieron bastante incГіmodos a primera vista, una de las pocas veces que la mirГ©. Pero notГ© que a ella le quedaban bien: resaltaban su cuerpo casi perfecto.
Estaba dejando una vida que no reconocГa mГЎs, milla tras milla, trataba de olvidar mi lugar de origen. Y, con mucho esfuerzo, lo estaba logrando o, al menos, asГ lo creГa. No hubiera querido que ningГєn desconocido me haga recaer en mi pasado al pronunciar la estГєpida pregunta de “¿TГє de dГіnde vienes?”, cuya respuesta, sin duda, no era de interГ©s para nadie. No la mirГ© mГЎs. CerrГ© los ojos y me sumergГ, otra vez, en la densa bruma de mis pensamientos, perdida en una continuidad de imГЎgenes que, involuntariamente, dibujaban expresiones en mi rostro. Esto la intrigГі mucho y la llevГі a elegir mi cara como espectГЎculo para mirar, porque todo lo que discurrГa por fuera de la ventanilla era solo un paisaje estГЎtico que ella ya habГa visto muchas veces durante su vida. Me lo confesГі algunos meses despuГ©s de nuestro primer encuentro en aquel vagГіn, cuando ya nos habГamos hecho buenas amigas.
EntrГі el revisor para pedirnos los billetes y eso me obligГі a abrir los ojos. La mirГ© y me mirГі. Comenzamos a hablar, pero de una manera diferente, sin un saludo ni una pregunta fuera de lugar ni nada por el estilo. Ella asumГa ciertas cosas como si realmente me conociera de toda la vida. Mientras hablaba, seguГa mascando el chicle como si nada. Yo nunca habГa logrado hacer dos cosas a la vez sin correr el riesgo de equivocarme, mientras que para ella parecГa lo mГЎs natural del mundo.
–Pienso que eres una chica rara.
–¿Qué le hace pensar que soy rara?
Se detuvo un instante para reflexionar y luego retomГі su discurso.
–Te quedas allà sola, callada, pensando quién sabe en qué. Al fin de cuentas, estamos en un tren.
–¿Y? ВїAcaso deberГamos ponernos a conversar, usted y yo, por el simple hecho de encontrarnos en un mismo tren?
Ella acusГі el golpe y abandonГі por un instante el juego, pero sin dejar de mirarme. No se habГa dado por vencida, solo me estaba estudiando para encarar su prГіximo asalto. ApartГ© la mirada de la suya y fingГ mirar hacia afuera, aunque sin observar un lugar preciso. Cualquier punto, elegido al azar, hubiera sido perfecto con tal de no mirarla a los ojos.
–¿Qué miras?
–¿Perdón?
–Te he preguntado que qué miras por la ventanilla.
–Estoy mirando el campo.
–Estás mirando el campo, de acuerdo. ¿Pero qué ves?
–¡Si estoy mirando el campo, lo que veo es el campo!
–Lógico.
–Me resulta absurdo que lo pregunte, ¿no le parece?
–Ah, no sabrГa decirte. La mayorГa de las veces, aquello que se ve no es precisamente lo que se estГЎ mirando. ВЎO al menos asГ me sucede a mГ!
Esta vez era ella la que habГa dado en el blanco, habГa asestado un golpe que me habГa herido profundamente. La mirГ© derrotada y sin ganas de responder. Tal vez, mi huida no me servirГa de nada: comprendГ que, aun escapando a toda velocidad de mi pasado, reincidirГa en un presente y un futuro hecho a su imagen y semejanza. BajГ© la mirada y apoyГ© las manos entrelazadas sobre las piernas, aГ±adiГ©ndole un tono de resignaciГіn a mi derrota.
PermanecГ a la espera de que mi adversario me infligiese el golpe de gracia para acabar conmigo, como hubiera hecho un gladiador en la arena despuГ©s de haber obtenido el permiso para matar por parte de su emperador, para aplacar su sed de sangre. Pero esta vez, el emperador me indultГі: el pulgar habГa quedado hacia arriba, la multitud no gritaba porque no habГa visto salir la sangre de mis miembros lacerados por el frГo acero de la espada, cuyo contacto me hubiera detenido el corazГіn y me hubiera borrado definitivamente del mundo de los vivos. El gladiador, mi adversario, me habГa tendido la mano para ayudarme a levantar. Y yo, afortunada vГctima de un cruel espectГЎculo para adultos, la aferrГ© y me dejГ© salvar por ella, respirando y admirando, una vez mГЎs, lo bonita que era la luz del sol que resplandecГa en el cielo azul y sin nubes. Ese dГa no lloverГa, mejor asГ.
–Me llamo Cindy.
–Melanie.
–Melanie, es un bonito nombre. ¿Puedo llamarte Mel?
–Puede. Llámeme como quiera.
–¿Estás segura de que no te molesta?
–No, no me molesta; de lo contrario, se lo dirГa.
–¡Tengo veinticinco años, Mel!
No respondГ. No querГa recordar cuГЎntos aГ±os tenГa yo en aquel momento.
–¿Sabes qué significa esto?
–No tengo idea. ¿Quizás significa que usted nació hace veinticinco años?
–¡QuГ© observaciГіn perspicaz, Mel! Pero es solo aritmГ©tica, nada tiene que ver con lo que querГa decir. Me referГa a que soy joven.
–Me siento feliz por usted, Cindy; yo, en cambio, soy más vieja, tengo treinta y cinco años.
Me sobresaltГ© cuando comprendГ que, sin intenciГіn, habГa manifestado un detalle de mi vida que no hubiera querido compartir con nadie. Le habГa dicho mi edad, poniendo en sus manos la caja que contenГa mi existencia, incluso, aquella parte que, con tanto esfuerzo, habГa tratado de olvidar.
–Bien, somos casi coetáneas, entonces.
–Bueno, no me parece. Tenemos diez años de diferencia.
–¡No es para tanto! ¡Somos parte de la misma generación! ¡La de los Beatles, Elvis, vaqueros y blusas desabotonadas, brillantina en el pelo y Cadillac! ¿Has escuchado «A hard day’s night», la nueva canción de los Beatles?
–¡SГ, claro que la he escuchado! ВЎAdoro a los Beatles! —confesГ© nuevamente sorprendida.
–¡Yo tambiГ©n los adoro! Y, ademГЎs, son chicos muy guapos. ВЎDios mГo, cГіmo me enloquecen! —afirmГі antes de ponerse a cantar la melodГa con buena entonaciГіn.
–¡Mel, vamos, tutéame! No te comeré, puedes estar tranquila.
PermanecГ quieta pensando mucho tiempo, como si la elecciГіn de lo que debГa hacer, aceptar o no su propuesta, fuese una cuestiГіn de vida o muerte. Y, sin duda, esto habrГa sido algo insignificante para cualquier persona “normal”, una elecciГіn instintiva. Ese instinto que guГa a los animales y que yo jamГЎs habГa cultivado. Cindy me mirГі, aguardando una respuesta. Mi silencio y mi reticencia la habГan descolocado un poco.
–De acuerdo.
Le sonreГ, casi como queriendo premiarla por su paciencia, en respuesta a las mil preguntas que podrГan haber invadido su mente en esos momentos. Tal vez, estaba esperando que me lo pidiera, que desmontase la caja fuerte en la cual me habГa encerrado yo sola, restituyГ©ndome el oxГgeno y, acaso, algГєn resto tembloroso de vida. Tal vez Cindy me veГa como a una loca, como a una persona urgida de auxilio. En ese caso, habrГa tenido razГіn.
–¿A dónde vas?
Pregunta inoportuna y de difГcil respuesta para mГ. A pesar de eso, ya estaba implicada. Una nueva confesiГіn de mi parte no habrГa tergiversado aГєn mГЎs la imagen que se habГa hecho de mГ. Seguramente, no habrГa modificado la ruta de mi destino. Sin embargo, conservГ© cierta cautela al responder.
–Voy a Cleveland.
–¡A Cleveland! ¡Pero es fantástico! ¡Yo soy de Cleveland, estoy regresando a mi casa!
Me sentГ arrollada por una apisonadora, por una de esas mГЎquinas infernales usadas para aplastar el asfalto de las calles y para hacer que el alquitrГЎn quede liso y fino como una placa de vidrio. Pero, esta vez, el alquitrГЎn negro esparcido sobre el pavimento y aplastado era yo.
–¡Ah! —fue el único sonido que logré pronunciar con mis cuerdas vocales petrificadas.
–¿Y dónde te alojarás?
He aquГ un nuevo desgarro que se abrГa en el abismo ya sangriento. ВїQuГ© podГa responderle? ВїQue no tenГa una meta precisa? ВїQuГ©, en realidad, no tenГa una casa en donde quedarme y que caminarГa por las calles como una vagabunda en busca de un lugar econГіmico para dormir? ВЎUna idea! PodrГa decirle que me quedarГa en Cleveland solo por un breve periodo, que solo estaba de paso. De este modo, tambiГ©n habrГa tenido la excusa para evadirla y escapar de ella en cualquier momento, para recuperar mi vida. ВЎMi vida! ВїTenГa realmente una vida?
–Me quedarГ© en un hotel. Estoy de paso, me quedarГ© solo unos pocos dГas —respondГ orgullosa de haberme dirigido, por primera vez, hacia el camino correcto, de haber elegido yo misma quГ© hacer; era una sensaciГіn nueva para mГ, increГblemente poderosa, fantГЎstica, un alud de energГa.
–Ah, comprendo. Por pocos dГas. ВЎBien, entonces puedes venir a quedarte conmigo, en mi casa!
–¡No, de ninguna manera! No quiero ser un estorbo para nadie. Te agradezco la oferta, pero, realmente, no puedo aceptarla, lo siento.
–¡NingГєn estorbo, Mel! ВЎNosotros, los de Ohio, somos asГ! ВЎOjo con rechazar nuestra hospitalidad!
–Nosotros, los de West Virginia, en cambio, somos un poco diferentes.
–¡De West Virginia! ¿Vienes de all� ¿De qué ciudad?
Mi vida, a estas alturas, se habГa vuelto de dominio pГєblico. Hasta el anciano habГa apartado su periГіdico para ver la cara de aquella prГіfuga que estaba llenando con sus palabras el aire de ese espacio angosto. Sin defensas, vomitГ© tambiГ©n aquello. Luego, ella agregГі:
–¡Qué cool!
–¿Qué significa “cool”?
–Significa �estupendo’, �fantástico’. Pero, disculpa, ¿de qué planeta eres? ¿No has escuchado nunca esta palabra?
Le mentГ diciГ©ndole que la habГa escuchado, pero que nunca la habГa incorporado a mi diccionario, por lo tanto, no estaba interesada en su verdadero significado. En realidad, conocГa muy bien el significado de aquella palabra usada, principalmente, por los adolescentes; lo que no comprendГa era quГ© encontraba ella de cool en lo que yo estaba diciendo. ВїPor quГ© aquella muchacha lograba encontrar las cosas buenas o bonitas en las cosas, lugares o situaciones que yo siempre habГa odiado? ComencГ© a pensar que, tal vez, quedarme un tiempo con ella podrГa hacerme bien. QuizГЎs podrГa aprender a vivir un poco, robando lecciones de vida gratuitas de una muchacha mГЎs joven que yo, al igual que un parГЎsito social. Acaso ella realmente sabГa cГіmo vivir en el mundo, en este mundo del que ambas formГЎbamos parte con nuestras innumerables diferencias.
–Y tú, ¿dónde vives? —le pregunté.
–A orillas del lago Erie. Es un lugar muy bonito, sobre todo a la noche, cuando los sonidos de la ciudad disminuyen y sientes solo aquellos provenientes del lago. Mi casa mira hacia el lago y, desde el jardГn, puedes disfrutar de esplГ©ndidos y muy coloridos atardeceres. Te gustarГЎ, ya verГЎs. Y, ademГЎs, vivo sola, asique no habrГЎ nadie que nos moleste —concluyГі con una sonrisa maliciosa que habГa visto en algunas quinceaГ±eras vГctimas de sus primeros sobresaltos hormonales.
Le sonreГ y, de ese modo, le confirmГ© que aceptaba su invitaciГіn. Le devolverГa el favor de alguna manera, dividirГa con ella los gastos para la comida y el alojamiento, trabajarГa, etcГ©tera. En ese momento, pensГ© que serГa una permanencia breve y que, en el interГn, buscarГa un lugar para mГ. AdemГЎs, en caso de ser necesario, podrГa encontrarme con mi amiga cada vez que quisiera. ВЎMi amiga! ParecГa algo muy raro de decir y casi surrealista de sentir. Pero me equivocaba, ya que, en esa casa del lago Erie, pasГ© buena parte de mi vida.
En un solo dГa habГa logrado poseer dos cosas completamente mГas: una amiga y una vida. Y todo esto, por mГ©rito o culpa de Cindy, de esa descarada presencia suya que habГa logrado demoler todas mis barreras, asГ como cualquier deseo de aislamiento. De su molesta presencia que ahora me daba seguridad, como el amor de una madre o el abrazo de la hermana que nunca habГa tenido. De su modo violento para entrar en mi vida con sus palabras, con su mirada, con toda su energГa y con su goma de mascar. Le preguntГ© si tenГa un chicle para mГ y me lo ofreciГі. Era la primera vez en mi vida que mascaba uno. SabГa a frutillas.
4
Cuando dejГ© mi trabajo de enfermera, despuГ©s de ocho aГ±os de actividad, mis colegas me organizaron una fiesta sorpresa. TambiГ©n participaron los mГ©dicos, por turnos, para no dejar sin atenciГіn al servicio de asistencia a los enfermos internados en el hospital. DurГі aproximadamente una hora, sesenta minutos de estruendo y alegrГa que otros vivГan en mi lugar. Me habГan despertado de un letargo, metiГ©ndome, por primera vez, en el centro de un cГrculo, volviendo aГєn mГЎs complicada mi partida. Con los aГ±os, habГa comprendido que cuando los otros te organizan una fiesta es porque, al fin de cuentas, sienten algo de afecto por ti. Ellos lo llaman amistad.
HabГa comprendido, entonces, que la amistad es ese sentimiento primitivo que se siente hacia otra persona con la cual se comparte algo, una suerte de relaciГіn humana. De manera que, tal vez, habГa tenido alguna amistad en mi juventud, pero yo era demasiado reacia para darme cuenta. O quizГЎs no, tal vez se trataba solo de una relaciГіn de convivencia, de recГproca aceptaciГіn y tolerancia que no iba mГЎs allГЎ de un simple saludo o de una hora de juego compartida. Si un amigo es aquel que te escucha y que se preocupa por ti, que comparte todas tus alegrГas y temores, entonces, ese amigo habГa sido mi peluche, ese que me habГa defendido, todo lo que pudo, del mismo ogro que me lo habГa regalado. Mi padre, el ogro, me habГa obsequiado mi Гєnica arma de defensa, para que pudiera defenderme de Г©l. Me habГa brindado una amistad de tela y pelo sintГ©tico, pues nunca hubiera estado a la altura de darme algo mГЎs. TambiГ©n Ryan fue mi amigo, el dulce muchacho que habГa conseguido provocarme una emociГіn, a pesar de desconocer su significado.
Cortaron una torta decorada que llevaba escrito con un hilo de chocolate negro mi nombre y un deseo para mi futuro. Pero ВїquГ© futuro? Y, sobre todo, Вїel futuro de quiГ©n? Sirvieron bebidas sin alcohol en vasos de plГЎstico, hacГan ruido como locos borrachos y desenfrenados ante la verbena del pescado del pueblo. Por un instante, mi mente volviГі a las noches de llanto, cuando mi padre entraba en casa y desahogaba su ira sobre el cuerpo de mi madre que lo esperaba sobre la cama, resignada y lista para aceptar, una vez mГЎs, y no la Гєltima, su destino. В«Bienaventurado el que sufre, porque podrГЎ ver el reino de los cielosВ», escuchaba decir en el sermГіn de la iglesia. Y ella sonreГa al escuchar esas palabras, aceptaba su vida tal como le habГa sido entregada y se sentГa aliviada por el hecho de creer que cada golpe, bofetada o patada, cada abuso sufrido, la acercaba un poco mГЎs a las puertas de ese paraГso tan bonito descrito por los hombres. En ese paraГso, los ogros jamГЎs entrarГan.
Alguien se percatГі de mГ; en medio de ese alboroto, notaron una lГЎgrima furtiva que se escapaba de mis pГЎrpados y se deslizaba siguiendo el perfil de mi rostro. Me dijeron: «¡QuГ© bonito es verte conmovida por la fiesta! Siempre has sido tan dulce, nos harГЎs falta. ВїLo sabes?В». Una vez mГЎs, no habГa sido comprendida, no me conocГan en absoluto, no compartГamos nada. Por lo tanto, no podГamos considerarnos “amigos”. Ese sentimiento tan importante no tenГa ningГєn valor para nosotros. El hospital se habГa transformado en un burdel. El jaleo y los gritos me hicieron pensar que, tal vez, esa gente estaba mГЎs contenta que triste por mi partida, por mi elecciГіn de quitarme del medio por propia voluntad. Era un ser incГіmodo para todos, muy distinto y, por lo tanto, anormal. Algunos habГan formado un trencito, entonando melodГas carentes de sentido y musicalidad para mГ, cada uno con los brazos extendidos y las manos apoyadas sobre los hombros del que estaba adelante; el “jefe del tren” llevaba un cono dado vuelta sobre la cabeza. ParecГa un helado caГdo por tierra. SonreГ sin un motivo aparente. Sobre el cono, una hГЎbil mano habГa escrito con bonita caligrafГa: «¡No te olvidaremos nunca, Melanie!В». Yo, por un instante, les creГ.
Al finalizar la fiesta, cuando los locos volvieron a encerrarse en sus celdas para purgar la convalecencia de sus enfermedades, vi ese cono de cartГіn, todo arrugado, en el cesto de la basura. Pude ver solo mi nombre entre las arrugas, manchado con mantequilla de manГ. SonreГ, llorГ©, no recuerdo bien. TirГ© encima otros desechos de la fiesta hasta cubrir por completo mi nombre, eliminando cualquier rastro de Г©l. AdmirГ© mi obra, suspirГ© satisfecha y estrujГ© la hoja con los nombres y los nГєmeros de telГ©fono que algunos me habГan dejado diciГ©ndome: «¡ConfГo en que seguiremos en contacto!В».
En mi cabeza, todo eso resonaba mГЎs como una amenaza que como una invitaciГіn amigable dictada por un verdadero interГ©s hacia mГ. La tirГ© junto al resto de los papeles usados, porque ese era su lugar, asГ quedaba completo el cesto de la basura y, una vez cerrado, comencГ© a olvidar. Olvidar, como todos ellos me olvidarГan a mГ, de un momento a otro. De existir, nos encontrarГamos en el paraГso; asumiendo que el infierno no me volverГa a succionar antes de tiempo, asГ, solo por el gusto de divertirse un rato mГЎs conmigo. No volvГ a encontrarme con ninguno de ellos en toda mi vida, nunca supe quiГ©n habГa sobrevivido a esa jornada, a esa fugaz hora de euforia de catГЎlogo, a parte de una persona: Melanie. Hasta el infierno me habГa rechazado, ni siquiera el diablo se divertГa jugando conmigo.
Esa noche, volvГ a casa agotada. Hubiera querido hacer las valijas y partir en ese mismo momento hacia un lugar nuevo, asГ, sin pensarlo, sin una meta precisa. Lo hacГan muchos jГіvenes, era algo que estaba de moda, casi una obligaciГіn para quien habГa logrado ahorrar un poco de dinero. Por consiguiente, habrГa podido hacerlo yo tambiГ©n. Pero posterguГ© la preparaciГіn de las valijas, aplacГ© esa partida para un momento mejor. DejГ© el regalo que me habГan dado antes de saludarnos y desearnos “buena suerte para el futuro”, frase que sabГa un poco a resignaciГіn y llevaba oculta una nota amarga que decГa: В«TГє, desde hoy, ya no eres de nuestra incumbenciaВ».
Me regalaron un reloj. TambiГ©n le habГan regalado un reloj a los que se habГan ido antes que yo, a los que se habГan casado, a los que habГan tenido hijos. ВїPor quГ© siempre se regala un reloj? ВїEs tan importante recordarle a una persona que su tiempo estГЎ destinado a pasar y que, al final, uno expirarГЎ como un cartГіn de leche que ha sido abandonado por todos en el fondo del estante, en un pequeГ±o supermercado de pueblo? Solo en los funerales, el difunto no recibe un reloj de regalo, quizГЎs porque para Г©l, el tiempo ya no existe. El tiempo no es nada comparado con la eternidad misma que lo contiene. AbrГ el paquete, mirГ© el reloj, marcaba la hora exacta. Alguno se habГa preocupado de ponerlo en hora para que estuviera listo para usar y yo no me viese obligada a perder tiempo. Perder el tiempo ajustando el tiempo, ВЎquГ© curiosa paradoja! ApoyГ© la caja cerrada sobre el estante de la chimenea, de donde la recogerГa antes de partir. QuizГЎs.
5
Cleveland ya estaba cerca. Cindy se habГa adormecido durante el Гєltimo tramo del viaje. HabГamos quedados solas en el vagГіn, y yo la observaba atentamente ahora que ella no podГa verme. La envidiaba porque la veГa feliz, segura de sГ misma, de su existencia. Una muchacha mГЎs joven que yo, que habГa vivido mucho mГЎs de lo que yo habГa sabido vivir, que habГa hecho elecciones, consciente de tener su vida entre las manos. Su vida. Me preguntaba por quГ© razГіn habГa hablado con ella, respondiendo a sus preguntas y, a la vez, haciГ©ndome otras sobre ella. No encontraba una respuesta a este interrogante. Era evidente que no me conocГa lo suficiente.
Sudaba, a pesar de que las turbinas llenaban nuestro vagГіn de aire fresco y lo hacГan penetrar hasta los huesos. Ella permanecГa allГ, tranquila, dichosamente mecida por sus sueГ±os. Luego, el tren comenzГі a disminuir la marcha, acompaГ±ado del fastidioso chirrido que producen las ruedas y los frenos, ese ruido que anticipa la llegada a la estaciГіn. Cindy se despertГі y estirГі los brazos como solГa hacer yo de niГ±a, cada maГ±ana, durante los primeros segundos que seguГan al despertar, cuando aГєn los temores de la noche no habГan reaparecido en mi cabeza para recordarme cuГЎl era mi realidad. Me sonriГі.
–¡Me he quedado frita, discúlpame!
Le devolvГ su sonrisa con una mГa. Era sincera y, al mismo tiempo, me sentГa sorprendida por ello.
–Has descansado un rato —confirmé.
Ella asintiГі.
–¿Tú que has hecho?
–He mirado por la ventanilla.
–¿Todo el tiempo? ¿Cuánto he dormido?
MirГ© el reloj.
–Casi dos horas.
–¡Epa! ¡Nada mal!
No entendГ a quГ© se referГa. ВїQuГ© era lo que no estaba mal? ВїEl hecho de haber dormido durante casi dos horas, sentada sobre un montГіn de hierros en movimiento, en medio de la campiГ±a de Ohio? La mirГ© frunciendo el ceГ±o.
–Tu reloj. ¡Nada mal!
–Ah, gracias. Es un regalo.
–¿De tu pareja?
BajГ© la mirada. Esa joven estaba desenterrando lentamente todos los cadГЎveres que yo, con paciencia, dedicaciГіn y esfuerzo, habГa tapado con tierra y habГa olvidado. RespondГ por la mitad.
–No tengo pareja, estoy soltera. Es un regalo de mis excolegas del hospital, me lo entregaron el dГa en que dejГ© el trabajo, durante una fiesta de despedida.
Ella me mirГі, escuadrГЎndome de la cabeza a los pies. Me estaba observando, me sentГa estudiada en detalle como un conejillo de Indias, al cual se le ha inyectado un virus letal y se mide el tiempo que le lleva morir. De improviso, pareciГі desinteresarse de mi reloj; ahora estaba concentrada en mГ, en mi aspecto, en mi infelicidad tal como ella la percibГa en ese momento. Tal vez estaba pensando en “sacrificarse” por mГ, en tomar las riendas de mi vida para conducirla hacia algГєn lugar. Mi vida, una vez mГЎs. AlcГ© mis barreras, o lo poco que quedaba de ellas: no querГa volver a sufrir. A esta altura, ya era una experta; reconocГa, con absoluta seguridad, los sГntomas que anticipaban la llegada del sufrimiento. En cuanto a este, era verdaderamente infalible, alguien con quien se podГa contar. DecidГ que el nuestro serГa solo un encuentro casual. No me irГa con ella, no irГa a su casa. O quizГЎs sГ, pero por pocas horas, pocos dГas, pocos aГ±os, o tal vez para siempre.
El tren se detuvo, y una voz mal grabada anunciГі por los parlantes del vagГіn que habГamos llegado. Cindy se levantГі y se acomodГі la blusa dentro de los pantalones. Estaba curiosamente prolija, a pesar de las muchas horas que habГa pasado sentada en su butaca. SentГ su perfume. Era fresco, parecГa reciГ©n puesto. En ese momento, notГ© las dos grandes valijas que habГa traГdo consigo para ese viaje, me asombrГі pensar que las habГa transportado sola, sin la ayuda de nadie. Me levantГ© y sentГ que mi cuerpo, en cambio, desprendГa un desagradable olor a sudor. Me avergoncГ© tanto que decidГ volver a sentarme. DecidГ esperar a que ella se baje del vagГіn para volver a levantarme sin temor a bautizar el aire con mi olor a cloaca. Pero ella no se fijГі en mГ. QuizГЎs habГa comprendido mi problema o quizГЎs no. Nunca lo supe.
–Me voy adelantando, nos vemos afuera —me dijo con una sonrisa.
–De acuerdo, busco mi valija y te alcanzo en seguida.
Ella me mirГі mientras yo estiraba el brazo hacia el compartimiento situado arriba de mi butaca, sobre mi cabeza. No se moviГі.
–¿Eso es todo? ¿Este es todo tu equipaje?
–SГ. Traje pocas cosas. El resto las dejГ© en casa, no me servirГЎn de mucho aquГ.
Ella se mostrГі perpleja.
–¡Si tú lo dices, Mel! ¡Vamos, adelante, vámonos antes de que el caballo decida partir con los asnos arriba!
–¿Cómo?
–Nada, es algo que decimos aquГ. ВЎNosotras serГamos los asnos, eso es todo!
Se echГі a reГr, era evidente que se sentГa feliz por volver a casa, a su casa, por restablecer la vida, su vida. Y por llevarse a rastras los escombros ajados de mi existencia. Caminaba delante de mГ, y yo la seguГa, como un perro sigue a su dueГ±o, unido por una correa invisible. Admiraba lo bonito que era su cuerpo joven de veinticinco aГ±os, envidiaba su fГsico, que parecГa haber sido creado por las manos hГЎbiles de un escultor. TenГa el busto generoso, el trasero sГіlido y unas bonitas piernas, largas y rectas, que se amoldaban perfectamente a sus vaqueros ajustados. ToquГ© un instante mis caderas y mi fantasГa se esfumГі de inmediato. Una vez mГЎs —y no la Гєltima—la envidia permaneciГі para sostenerme la mano.
Durante los aГ±os transcurridos en la universidad, pese a todo, logrГ© obtener pequeГ±as satisfacciones personales. Era una estudiante modelo, una de esas jГіvenes siempre en orden, con el cuello del uniforme limpio y bien planchado, preparada, siempre al dГa con las clases y las tareas bien hechas. MГЎs allГЎ de todo eso, no me integraba. Por propia elecciГіn, aunque tambiГ©n por necesidad, nunca entrГ© a formar parte de una de las tantas bandas que poblaban el campus. Y por este motivo, creo, fui envidiada y seГ±alada como una alcahueta por la mayor parte de mis compaГ±eras, como una de esas personas que, detrГЎs de la cara de ГЎngel, esconde muchos intereses personales y segundas intenciones.
Con el paso del tiempo, algunas de esas voces se volvieron cada vez mГЎs insistentes y, una de ellas, quizГЎs la mГЎs injuriosa para una mujer de esa Г©poca, llegГі a oГdos del rector. Г‰l conocГa muy bien mi trayectoria de estudios, mis Г©xitos acadГ©micos y mi comportamiento, tanto dentro como fuera del instituto. Pero, sobre todo, conocГa bien a mi padre y su carГЎcter.
HabГan batallado juntos. TambiГ©n Г©l recordaba la escena desgarradora de mi padre sosteniendo entre sus brazos a su amigo y compaГ±ero de guerra, mientras trataba de contener las lГЎgrimas, la desesperaciГіn y el miedo. Pero ese hombre, una vez que habГa regresado junto a sus seres queridos, habГa logrado olvidar todo aquello, habГa llevado a cabo una brillante carrera acadГ©mica y se habГa convertido en rector de ese mismo instituto. QuizГЎs, por ese mismo motivo, se habГa preocupado por tenerme bajo su ala protectora, defendiГ©ndome de todo y de todos. Pero, por el cargo que desempeГ±aba en el establecimiento, no podГa manifestarlo pГєblicamente.
Un dГa, me llamГі a su oficina con la excusa banal de preguntarme cuГЎles eran mis intenciones para el futuro y, tambiГ©n, para ofrecerme una actividad de investigaciГіn en el instituto al finalizar mis estudios. TambiГ©n me hablГі de los rumores que habГa escuchado sobre mГ y me dijo que le habГan llegado de una celadora.
–Melanie, se escuchan comentarios que te dejan mal parada. QuerГa preguntarte si estabas al corriente de esto y quГ© piensas al respecto. Yo te conozco bien y sГ© quiГ©n eres y cГіmo te comportas. Pero estos rumores deben parar, y rГЎpido, antes de que sea demasiado tarde.
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